El Oviedo se apropia de los derbis asturianos

Juan M. Arribas

DEPORTES

Borja Bastón celebra con sus compañeros tras marcar el 1-0 desde el punto de penalti
Borja Bastón celebra con sus compañeros tras marcar el 1-0 desde el punto de penalti Eloy Alonso | EFE

El equipo azul se impone al Sporting (1-0) con un gol de Bastón de penalti en un duelo en el que sobró sudor y faltó fútbol. Los rojiblancos tuvieron las ocasiones más claras

17 dic 2022 . Actualizado a las 23:15 h.

Si hablamos de derbi asturiano, hablamos del Real Oviedo. Los azules se han impuesto en un nuevo clásico asturiano en el que sobró sudor y faltó fútbol. Un partido en el que los rojiblancos tuvieron más ocasiones y muy claras pero que fueron de más a menos, en una línea descendente paralela a los derbis de la nueva época. Desde 2017, en 11 partidos, siete han sido propiedad del Oviedo y solo uno del Sporting. Un error infantil de Izquierdoz condenó al equipo de Abelardo en un penalti indudable que pateó Bastón a las redes.

Los primeros 20 minutos fueron del Sporting, con más fútbol, calidad y ocasiones. Pero fue insuficiente. Un Oviedo en crecimiento, que fue de menos a más, impuso su intensidad y sus ganas de victoria. Una mentalidad ganadora que de nuevo campeó en un nuevo derbi. Con copyright made in Cervera: renunciando al fútbol de elaboración y sin apenas aproximaciones de peligro en área, al Oviedo le bastó su ánimo ganador, su Bastondependencia y la brega en cada disputa para ganar los duelos aéreos. Con un fútbol siempre orientado hacia Borja Bastón, omnipresente, y con balones a la olla como hilo conductor. Se impuso así a un Sporting en el que imperó Gragera, que tuvo destellos de Otero y que malogró ocasiones claras de Jony, Cristo y Djuka. Los rojiblancos vuelven a Gijón con una nueva derrota y unas malas sensaciones anímicas.    

Fieles a los entrenadores

El derbi arrancó con los dos equipos fieles a sus entrenadores. El Oviedo de Cervera agresivo, que multiplicaba por cero el centro del campo, que prefería el juego en largo al tiki taka y que enfocaba siempre la luz a Bastón y Enrich. Juego directo, sin florituras. Robar y correr. Y un Sporting de Abelardo más elaborador, con un Juan Otero deslumbrante en ocasiones, con el aplomo de jugadores veteranos como Cuéllar, Izquierdoz, Cote o Jony. Un aplomo suficiente para no perder duelos y para sostener su fútbol. Con el «efecto Abelardo» quedó atrás la sensación de los últimos diez derbis: aquél era un equipo apocado, imberbe, abrumado por el físico del Oviedo y por su mentalidad ganadora. Al campo saltaban con el partido perdido. Esta vez no fue así.

El duelo empezó con un dominio claro en fútbol y ocasiones del Sporting. Abelardo le dio la vuelta a los rojiblancos y desde el principio mostraron un peso que había pasado desapercibido en años anteriores. Ocasiones de Jony y de Djuka con un Otero que parecía el Messi de Daqar. El Sporting dominaba y controlaba el partido y los azules no reaccionaban, imprecisos en el pase, pero con la mentalidad agresiva que es marca de la casa. El Oviedo necesitó 25 minutos para reaccionar, incapaz de dar hasta entonces tres pases seguidos, con una estrategia clara de  ningunear el centro del campo y de contactar rápido con Bastón y Enrich, dos delanteros de alto nivel. La primera parte tuvo un ritmo alto, de derbi, con decisiones rápidas e imprecisiones por la velocidad de juego. Un duelo igualado en su segundo meridiano tras el buen fútbol del Sporting en los primeros 20 minutos. Los rojiblancos fueron de más a menos, los azules de menos a más. Un empate de manual.

Vestido de azul

En la segunda parte prosiguió el guion de la segunda mitad de la primera. Un Oviedo con más control, que se imponía en los duelos aéreos, pero que no era capaz de plasmar ese dominio con ocasiones. Un fútbol a toda pastilla en la que la velocidad del balón superaba la técnica de los jugadores, imprecisos por el ritmo del partido. Un encuentro intenso, a la altura de cualquier derbi, sin incidentes y con una afición incansable del Oviedo y un millar de aficionados rojiblancos. Y un Sporting de más a menos, con un Gragera impecable, pero que había perdido el control del partido. Pese a todo dispuso Cristo de ocasiones para empatar, tras un penalti de Izquierdoz tan impecable como infantil. Y que acabó como es la tónica de esta nueva época: vestido de azul.