El Unión Berlín, el club con un estadio reformado por sus socios para evitar la desaparición

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ANNEGRET HILSE | REUTERS

Más de 2.300 aficionados colaboraron en la reforma del campo durante 300 días de trabajo

19 sep 2023 . Actualizado a las 19:53 h.

Un rebelde en el fútbol europeo. Un equipo a contracorriente del balompié moderno. Un club con una historia digna de epopeya. El Unión Berlín, uno de los clubes con menor presupuesto de la Bundesliga, se ha colado entre los grandes del Viejo Continente. Ha sobrevivido a guerras y conflictos políticos, y ha estado a punto de desaparecer en varias ocasiones. Pero si algo no falla, es su motor: la afición. Con un proyecto consistente y sólido, se estrena este miércoles en la máxima competición europea ante el Real Madrid (18.45 horas, Movistar Liga de Campeones).

Fundado en 1906, vivió las dos Guerras Mundiales y la Guerra Fría. Esta última le impidió competir por orden del Gobierno Soviético y, al no poder viajar a nivel estatal —y, por ende, competir—, el equipo se dividió. Muchos futbolistas huyeron al oeste de Berlín antes de la construcción del muro. Bajo ese nuevo paradigma, el Unión tuvo como rival al Dynamo de Berlín, equipo de la Stasi. Durante cada partido entre ambos clubes, los seguidores protestaban por la corrupción del contrario y la existencia del muro. «Puede caer», chillaban cuando el colegiado colocaba una barrera, demostrando su postura contraria al régimen de la RDA.

Un barrio industrial

Las raíces siempre han estado muy presentes en la trayectoria del Unión. El club armó su proyecto futbolístico en el barrio de Köpenick bajo el amparo de una afición que se dedicaba a la industria del acero —el equipo se apodó Die Schlosserjungs (los cerrajeros) y vestían una equipación azul marino que imitaba al uniforme de las fábricas—. Este origen fue siempre sinónimo de orgullo, y se ha convertido en una de sus señas de identidad. Su lema, de hecho, es Eisern Union, Unión de hierro. Muchos años más tarde, acogieron a diferentes tribus urbanas, entre ellos grupos de punk. El club presume de una identidad muy propia.

«Sangrar por Unión»

En el 2004 descendió a cuarta división. Estaba en la ruina absoluta y la afición se volcó para salvar al equipo de la desaparición con una peculiar campaña. Bajó el lema de «Sangrar por Unión», esta consistía en donar sangre para recaudar fondos y así poder participar en la Regionalliga. Una descripción ideal de cómo sienten al equipo. Otra iniciativa seguida a rajatabla por los aficionados tiene carácter navideño. En diciembre se reúnen en el estadio para cantar villancicos.

Pero sin duda, lo que más impacta de su hinchada fue la remodelación que hicieron del campo An der Alten Fortsterei —en español, la vieja casa del guarda forestal—. En el 2008 necesitaba una reforma, y el club no tenía dinero suficiente para afrontarla. La afición se ofreció a hacer las obras. Participaron 2.300 voluntarios durante 300 días de trabajo. Se construyó después un monumento para homenajearlos. Como curiosidad, todavía mantienen su viejo marcador manual.

Varios años más tarde tuvieron que afrontar nuevas obras. Una vez más, el club necesitaba dinero. Pero no lo pidió. Decidió vender parte de su estadio a la afición, y la iniciativa fue un éxito. «Vendemos nuestra alma, pero no a cualquiera», decía el eslogan. Se referían a magnates, Blatter o Berlusconi, tal y como se reflejaba en sus panfletos.

Contra el fútbol-negocio

Después de pasar por categorías de fango, parecía prácticamente imposible que el Unión jugase en la Bundesliga. Pero lo logró. Aunque la afición lo vivió con miedo. «Mierda... vamos a ascender», se leía en sus pancartas. No querían que, al llegar a la élite, se perdiesen los valores que les convierten en un club único. Y no lo perdieron. En su debut en primera llevaron 500 fotografías gigantes de aficionados que había fallecido y que no podían presenciar ese momento histórico.

Después de tres temporadas en la Bundesliga, siguen manteniendo sus protestas contra el fútbol-negocio. Fieles defensores del fútbol popular, cada vez que se enfrentan al Leipzig —equipo propiedad de Red Bull y totalmente opuesto a lo que predican—, los seguidores del Unión permanecen inmóviles y en silencio durante los primeros quince minutos a modo de protesta.

La esencia se mantiene. Ahora se traslada a Europa y Robin Gosens, jugador del equipo, avisa: «No vamos a Madrid a admirar el estadio». Unión Berlín, bienvenido a la Champions.