La Comisión Europea aparca la reforma del mercado eléctrico y la del gas
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Buena parte del precio del hidrocarburo se lo agencian especuladores
17 sep 2022 . Actualizado a las 14:54 h.«El mercado eléctrico está roto», denunciaba la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, antes del estallido de la guerra de Ucrania. Criticaba la posición «inmovilista» de Alemania y los países del norte. Esa negativa a reformar el sistema de fijación de precios de la electricidad le ha costado a los ciudadanos y empresas europeos pérdidas multimillonarias.
Solo ahora que las factorías alemanas están en apuros, la Comisión Europea se plantea revisar ese modelo que permite a las compañías eléctricas cobrar a consumidores industriales y particulares el megavatio hora (MWh) producido con tecnología eólica, solar, hidráulica o nuclear a precio de ciclo combinado —estas últimas son plantas que emplean gas y tienen unos costes operativos mucho más altos—.
Se tomará su tiempo, eso sí. El vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans, enfrió la posibilidad de acometer una reforma exprés que espera la industria como agua de mayo. La medida quedará aparcada hasta el año que viene: «Analizaremos de manera profunda la reforma del mercado de la energía, pero todo esto requiere tiempo. Es un mercado muy complejo. Debemos hacer una evaluación de impacto adecuada. No presentaremos la propuesta hasta bien entrados los primeros meses del 2023», anunció el pasado miércoles.
Siderúrgicas, cementeras, celulosas, químicas, automoción y hasta la industria de la alimentación le exigen desacoplar de manera urgente el gas del resto de las fuentes de generación que intervienen en la formación de los precios, para abaratar las facturas y mantener la actividad. Algunas compañías ya no han podido aguantar. ArcelorMittal —segundo mayor productor de acero de Europa— ha anunciado un ERTE en todas sus plantas españolas hasta finales del 2023.
Las fábricas viven al día. En algunas de ellas, como las siderúrgicas, más del 90 % de los contratos de suministro energético ya dependen del precio diario del gas o la electricidad, no de las tarifas pactadas a largo plazo —más baratas—. «No hay contratos. Las comercializadoras los rompieron hace meses, a pesar de las cláusulas, para hacer más dinero», apuntan desde la patronal Unesid.
Andrés Barceló: «Decir que se va a limitar el precio de las tecnologías no emisoras a 180 euros es un insulto»
El parche temporal propuesto por la Comisión —un tope máximo de 180 euros al megavatio hora al que las eléctricas podrán cobrar la electricidad de fuentes renovables hasta el 31 de marzo del 2023— no ha sido recibido con gran entusiasmo: «Decir que se va a limitar el precio de las tecnologías no emisoras [de CO2] a 180 euros es un insulto, cuando las tecnologías renovables reivindican muy orgullosas unos costes muy bajos. La media estimada del coste que tienen es de 40 euros/MWh. Les van a poner un tope de cuatro veces su coste, eso no es un beneficio razonable, es una suerte inmensa sin más», denuncia el director general de Unesid, Andrés Barceló, quien reclama subastas de renovables y denuncia otro problema sin resolver: la subida artificial de los precios del gas.
Bruselas se había comprometido a poner un tope al precio del hidrocarburo que compran los países europeos en el exterior, pero la presión de proveedores «aliados» como Noruega, Estados Unidos o Argelia —que han ayudado a sustituir el gas ruso—, ha obligado al Ejecutivo a aplazar esa decisión. Igual que la de diseñar un nuevo índice de referencia para el precio del hidrocarburo, en sustitución del TTF holandés —el euríbor del gas—, al que están referenciados buena parte de los contratos de suministro que siguen en pie.
Especulación financiera
¿Por qué se ha planteado la posibilidad de diseñar otro índice? El TTF, a diferencia del Mibgas —mercado ibérico— no solo sirve como punto de encuentro virtual para pactar entregas físicas de gas, también permite comercializar productos financieros vinculados a este hidrocarburo. Eso habilita a intermediarios —aseguradoras, entidades financieras y comercializadoras de energía— a especular con la materia prima y sus derechos sobre ella, antes de llegar a los hogares o fábricas. La compraventa de gas contribuyó a inflar su precio un 288 % desde el 1 de enero hasta finales de agosto. El índice no solo ha demostrado ser muy volátil en época de crisis, también muy opaco: «El problema del gas lo tenemos con el TTF, no tiene ninguna vinculación con el coste real del gas», se queja Barceló. Es la misma denuncia que vertió Ribera el 9 de septiembre, cuando instó a investigar cuánto cuesta el hidrocarburo desde que llega a aduanas hasta que sale de ellas. ¿Quién se está embolsando esos enormes márgenes de beneficio? Desde gigantes como Trafigura, Vitol, Mercuria o Glencore, como recoge The Guardian, hasta las grandes energéticas, que se niegan a revelar los márgenes de beneficio que le sacan al hidrocarburo: «El gas que compran a Argelia —el que importa España— nunca vas a saber el precio al que se lo venden. Es el secreto mejor guardado de toda la historia», admiten fuentes de Mibgas.
Todos los contratos son privados y las estrategias comerciales —venta diaria abierta en el mercado o bilateral a largo plazo— también. Las autoridades no pueden arrojar luz sobre qué se cuece ahí.
José Luis Sancha: «No soy favorable a correr con los cambios»
A pesar de la urgencia que imprimen desde la industria, el experto en el sistema eléctrico y profesor de la Universidad de Comillas, José Luis Sancha, recomienda no precipitarse con los cambios y se suma a la prudencia de la Comisión: «No soy favorable a correr en la reforma del mercado eléctrico. Debería haberse hecho antes, pero hay que pensarla bien para que responda a los próximos cinco o diez años».
Sostiene que desacoplar el gas del sistema de fijación de precios podría comprometer el calendario de despliegue de renovables —al reducir la retribución que obtienen las eléctricas de estas fuentes—. Además, anticipa que va a ser necesario diseñar un mecanismo de compensación: «En esta década vamos a necesitar el gas. Alguien tiene que producir y ser propietario de los ciclos combinados. Son necesarios y, por tanto, hay que compensarlos para que sigan siendo rentables», explica. Un modelo que bien se podría parecer al que han puesto en marcha España y Portugal en la península ibérica.
Sobre la reforma del índice TTF, considera que no tiene complejidad técnica. Claro que, «detrás de eso hay intereses petroleros, vendedores, quienes compran en el mercado asiático, africano... Todos esos intereses van a pelear por un índice que les convenga». Y ahora mismo ese es el TTF. Su marginación permitiría bajar los precios, aunque la tarea más compleja es la de conseguir que quienes participan en este mercado aporten información sobre las operaciones de compra y venta: «No lo veo posible. No soy muy optimista por esa vía. ¿Les vas a obligar? Los contratos de gas son privados, no es fácil controlaros, no hay obligación de revelarlos», apunta.