¿Cómo afrontar un Erasmus en Polonia?

María Pérez Presa

EMIGRACIÓN

La asturiana María Pérez Presa en Polonia
La asturiana María Pérez Presa en Polonia

La asturiana María Pérez Presa cuenta su experiencia universitaria en su primer cuatrimestre en el frío país europeo

31 may 2019 . Actualizado a las 12:14 h.

La primera vez que oí hablar de la beca Erasmus fue cuando a mi hermana le brindaron esa posibilidad. Por entonces lo único que sabía era que continuaría sus estudios durante un año en otro país de Europa. Una vez finalizada su estancia, me contó un montón de anécdotas sobre la que aseguraba que era la mejor experiencia de su vida. Ante tales referencias, ¿cómo iba yo a perdérmelo?

Dos años más tarde, decidí solicitar yo esa beca, para así cursar tercero en una universidad extranjera. Las opciones eran muchas y la elección no era fácil. Mi primera opción era Wroclaw (Breslavia), una de las ciudades más importantes de la para mí totalmente desconocida Polonia. Fue la opción que más me llamó la atención, la de un país del que no sabía absolutamente nada salvo que es muy frío. ¿Segunda opción? Mentiría si dijera que no tenía, aunque lo cierto es que nunca lo tuve demasiado claro. Con un poco de suerte, y como podréis adivinar por el título de esta publicación, no tuve que darle demasiadas vueltas de última hora.

A dos semanas de irme a Polonia, ya tenía decidida la residencia que sería mi casa durante los próximos 9 meses y ya me había concienciado de lo que conllevaba vivir fuera de casa rodeada de otros estudiantes como yo. Y así, sin más información sobre el país que me acogería, me embarqué en la que ya puedo considerar la mejor experiencia de mi vida.

El primer mes de adaptación fue el más estresante. Todo era nuevo. Había demasiadas cosas que ver, demasiadas personas a las que conocer y demasiadas tareas que aprender a hacer (no tenía ni idea de cocinar y no había puesto una lavadora sola en mi vida). Al menos en el aspecto universitario estaba todo muy adaptado a estudiantes extranjeros. Todas mis clases son en inglés y los profesores, si saben que eres extranjero, te suelen poner facilidades a la hora de fechar los exámenes por si ya has vuelto a tu país. Los tres siguientes meses que completan la primera parte del Erasmus fueron fantásticos. Tenía oficialmente un grupo de amigos, me manejaba a la perfección en el transporte público y ya había realizado todos los tours de la ciudad más de una vez. Además, me había dedicado a viajar: me recorrí toda Polonia en tren, visité Budapest, Helsinki y Praga y me fui a ver a Papá Noel al Polo Norte. Esto se debe a que al estar en un lugar tan céntrico de Europa, las comunicaciones que tiene con otros países son infinitas. Si a esto le añadimos a que viajar por o desde Polonia es muy barato y con el carnet de estudiante polaco tienes un 49% de descuento en trenes nacionales, se forma una oportunidad única que no podía desperdiciar.

Por Navidad volví a Asturias a pasar las fiestas con la familia. Al segundo día de llegar, ya me quería volver. Y es que la experiencia de una estancia Erasmus es algo que tiene que vivirse para poder comprenderse. Cuando mis familiares y amigos me preguntaban qué tal todo por Polonia, les contaba con una sonrisa en la cara las memorias que iba haciendo. Así acabó mi 2018, pensando que había sido el mejor año de mi vida. No estaba lista para el 2019, no estaba lista aún para el segundo cuatrimestre. Lo mejor estaba por llegar, pero eso os lo contaré en mi próxima publicación.