Un gijonés residente en Laponia: «A -40 los niños hacen vida normal y van a la escuela»

N.G.R. REDACCIÓN

EMIGRACIÓN

Carlos López, gijonés que vive en Laponia.El gijonés Carlos López, que vive en Laponia desde hace 18 años
El gijonés Carlos López, que vive en Laponia desde hace 18 años Xurde Margaride

Carlos López afirma que las personas que pasan muchos años fuera de su hogar natal «sienten que no pertenecen a ningún sitio»

12 ago 2019 . Actualizado a las 14:31 h.

Casi la mitad de su vida fuera de Asturias, el gijonés Carlos López se considera en tierra de nadie. «Cuando pasas muchos años fuera de tu casa sientes que no perteneces a ningún sitio», explica. El sentimiento de desarraigo no impide que este expatriado disfrute por igual de Asturias y Laponia, donde reside en la actualidad. Eso sí, reconoce que los hábitos alimenticios y la dieta en esta región del norte de Finlandia ha influido en su apetito. «Cuando vengo a Asturias no puedo con las raciones de aquí, he perdido saque», señala. Pese a que no se plantea volver a su tierra natal, afirma que las relaciones sociales aquí es algo que echa en falta en la gélida Laponia, donde el carácter tiende a ser más distante. No obstante, el sentimiento de cooperación y comunidad de los habitantes de Ivalo, localidad en la que vive el asturiano, favorece cooperativas en las que cada persona aporta su granito de arena para realizar actividades en grupo, más allá de los clásicos deportes de invierno. Esta estación es especialmente gélida en la zona de residencia del gijonés, donde pueden alcanzar temperaturas de hasta -40 grados, aunque la población ya está acostumbrada y convive con estas condiciones extremas. «A -40 los niños hacen vida normal y van a la escuela», destaca el emigrante asturiano.

«Me fui a la aventura», comenta el asturiano, que emigró en los años en que «España iba bien». No fue, por lo tanto, un viaje por una crisis, sino que se trató de una aventura voluntaria en la que conoció a la que es su mujer y con la que tiene un niño de doce años. Nada más aterrizar, se encontró con unas temperaturas extremas que le pasaron factura en las primeras semanas de estancia. «Las dos primeras semanas estábamos a -38 grados, y no estaba entrenado ni preparado para ello. Es un frío que duele, para el que tienes que estar bien abrigado y conocer de qué materiales debe estar hecho tu abrigo y cuántas capas de ropa llevar», explica. Aunque a partir de estos registros se considera que las temperaturas son peligrosas, la vida continúa sin sobresaltos en estas gélidas tierras. 

Naturaleza y servicios públicos de calidad

La zona en la que reside este gijonés se encuentra en plena naturaleza. Tal es así que el propio emigrante señala que a 30 kilómetros de su casa se encuentran tres parques naturales. El espacio idílico en el que se ha instalado se encuentra libre de contaminación, por lo que se muestra feliz de que su hijo pueda crecer en un lugar tan sano y donde puede ir al colegio en bicicleta sin ningún problema. Además, la sensación de seguridad es uno de los factores que más valora el asturiano, ya que afirma que puede dejar la casa y el coche abiertos sin ningún temor. Unida a esta seguridad están las prestaciones sociales y los servicios públicos con los que cuentan los censados en Finlandia, como es el caso de Carlos López.

«Las prestaciones por desempleo aquí son muy generosas, y los permisos por maternidad son muy amplios. Junto a la seguridad, la educación pública aquí es muy buena. Mi hijo puede estudiar cualquier tipo de cosa en un ambiente natural y muy seguro», relata. Considera que la Seguridad Social finlandesa es mejor que la española, y destaca que en la zona en la que vive no hay nadie pidiendo por la calle. Este fenómeno, apunta, es exclusivo de las ciudades más grandes como Helsinki.

Una sociedad integradora y cooperativa

El sentimiento de comunidad que se disfruta en Ivalo favorece la creación de una especie de cooperativa en la que cada uno de sus integrantes aprovecha sus conocimientos sobre una determinada actividad para compartirlos con el resto. Por ejemplo, para formar grupos de bailes de salón, de yoga o para enseñar idiomas. La colaboración es transversal, y engloba desde los mayores hasta los jóvenes. De hecho, son estos los encargados de llevar el pequeño cine con el que cuenta este pueblo. «Se encargan desde las entradas hasta hacer las palomitas», comenta el gijonés. 

Uno de los grupos más diferenciadores de la cultura de la zona son los Sami: un pueblo que se encarga de pastorear renos y que se encuentran totalmente integrados en la sociedad finlandesa. Son estos animales los que producen el plato típico más representativo de la gastronomía local: la carne de reno estofada, que el asturiano compara con la carne de caza. «Es muy tierna. Aquí se cocina con muchos menos ingredientes que en Asturias, ya que no contamos con la misma variedad de productos. La comida es más ligera en Finlandia», añade.

De la oscuridad a días enteros con luz solar

El clima extremo no solo afecta a las temperaturas, que de las máximas en verano a las mínimas en invierno suelen oscilar entre los más de 30 grados que se viven de junio a septiembre hasta los -30 o incluso menos que se sufren en los meses más gélidos del año. Este brutal contraste térmico también tiene su reflejo en las horas de luz solar de las que disfruta esta región a lo largo de laño, siendo sensiblemente menores en los meses más fríos que en los de mayor calor.

Para tener una idea de la diferencia, durante los meses más oscuros, apenas cuentan con cuatro horas de luz solar al día, aunque el gijonés afirma que este hecho apenas influye, ya que existe aún mucha luminosidad. «La nieve hace que la luz de la luna se refleje y haya mucha iluminación, por eso apenas notamos la falta de luz», señala. Por el contrario, de junio a septiembre el panorama es totalmente distinto: luz solar durante todo el día. Durante el verano la zona se encuentra deshelada, e incluso celebran fiestas como San Juan.

Visita Asturias cada año

Pese a que ha vivido casi la mitad de su vida fuera de su tierra natal, nunca pierde la oportunidad de volver a casina. Es más, mantiene la costumbre de visitar Asturias cada año, quedando con sus amigos de toda la vida. Además de la familia, una de las cosas que más echa en falta de la comunidad son las relaciones sociales, muy distintas de las finlandesas. Aquí su hijo disfruta en grande con los hijos de los amigos de Carlos López, y está encantado de Asturias. Visitar la región le permite practicar un deporte que no puede realizar en Laponia: el surf. «Mi hijo está encantado: disfruta mucho de Asturias y le encanta la tierra, además está con los hijos de mis amigos de toda la vida», comenta el emigrante asturiano, que pese a su evidente amor por su tierra natal, no se plantea regresar a casa a corto o medio plazo. «Igual cuando me jubile», considera.