«Estoy deseando marcharme: no tengo miedo al fuego, y sí a esta situación»

mercedes lodeiro BARCELONA / ENVIADA ESPECIAL

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«Los vecinos me miran con recelo y me echan en cara que me paga la Generalitat; otras personas me amenazan en la Red», cuenta un bombero antiindependentista

16 oct 2017 . Actualizado a las 07:42 h.

El pasado 1-O, un grupo de bomberos catalanes acudieron a colegios electorales para proteger las urnas. Otro escoltó al mismísimo vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, desde su casa hasta el centro donde depositó su papeleta. Pero no todos los bomberos son independentistas. Los que no comulgan con esa idea son señalados con el dedo. Es el caso de este bombero de una localidad de Barcelona de 30.000 habitantes que solicita el anonimato por temor a más represalias de las que ya ha sufrido.

-¿Se ha acusado a los bomberos de ser un equipo independentista?

-Yo no soy independentista. Cuando salí del armario, aquella armonía que había en la localidad en la que vivo se vino abajo. Tengo miedo a represalias. No tengo miedo al fuego ni a un rescate en un accidente, pero sí a esta situación, a la independencia. Así que estoy deseando jubilarme y marcharme de aquí.

-¿Tan complicado es ser antiindependentista?

-En mi comunidad de vecinos me miran con recelo, alguno me ha echado en cara que estoy cobrando un sueldo de la Generalitat igual que los Mossos y me suelta: «Pero tú qué te crees». Es difícil, sí: en mi caso han atentado contra mi propiedad causándome desperfectos el pasado día 3, la jornada de la huelga general. [Pide que no especifiquemos más para no ser identificado, porque lo ha denunciado ante la Guardia Civil]

-¿Fue a votar?

-Me propusieron entrar a trabajar a las once en lugar de a las siete de la mañana para que fuera a votar y me negué. Incluso me dijeron: «Pero si el presidente de la mesa es amigo tuyo: ve a votar, no tienes ni que llevar el DNI».

-¿Le acarreó problemas?

-Como no fui, me llamaron fascista, españolista casposo, falangista... Días después, noté cierto distanciamiento de los vecinos al decirles que no fui a votar en un referendo chapucero. Otra gente me dejó de hablar y recibí amenazas en redes sociales, de desconocidos, pero también de personas que eran amigos del gimnasio. No lo denuncié, opté por bloquear las cuentas.

-Pero esto es sectarismo, ¿no?

-El país está partido: o estás conmigo o contra mí. La sociedad está fracturada. Yo no tengo hijos, pero he notado cómo a niños de 4 y 5 años se los adoctrina en el patio del colegio.

-¿Recuerda si también recibió esa educación que cuestiona?

-Sí, claro. A finales de los setenta yo tenía un profesor que siempre decía que «para hacer una bandera catalana se necesitan muchas españolas» y que Cataluña es el único país que quería dar la independencia a sus colonias y estas se resistían. Todavía lo recuerdo, y que tenía el libro de Formación del Espíritu Nacional, pero también otro en catalán, el Beceroles. Con 4 y 5 años, y ¡eso que era un colegio religioso! Tengo miedo por el futuro de muchos niños que no sé cómo acabarán.

-¿Tiene más compañeros que estén en su misma situación?

-Sí, hay más bomberos como yo, pero cuando me insultaron hablé con algunos compañeros y les aconsejé que dijeran que habían votado para evitar represalias, para no tener problemas. Yo tengo una bandera española republicana en el balcón, pero estoy rodeado de esteladas. Y ya llega con lo que aguanto yo.

-¿Esa presión es mayor en los pueblos que en las ciudades?

-Aquí hay un alcalde imputado por el caso del 3 %. Hace dos años, la Guardia Civil aparcó delante del Ayuntamiento para requisar alguna documentación y el propio subjefe de la guardia urbana fue quien multó al vehículo de la Guardia Civil.

-¿Qué hace ante casos así?

-Ahora me callo. Hago oídos sordos para no tener problemas, porque todo el mundo da por sentado que eres independentista. He luchado siempre por los bomberos, acudí a las protestas del 97-98 con ataúdes haciéndole escraches a Jordi Pujol y seguí todas las huelgas de este país, pero el 3-O no estaba dispuesto a participar.

-¿Qué opina de ese paro?

-El 3-O se suspendió hasta un curso de bomberos. Fue una huelga desde la Generalitat. El Gobierno catalán la sustentó. No quitaban la parte del salario. La gente hizo escraches a los comercios chinos y de otros inmigrantes que abrieron, ellos que no se enteran de lo que está pasando ni va con ellos ya que miran las televisiones de sus países a través de las parabólicas. Yo vi un escrache a un bar chino de gente que iba con banderas independentistas y hasta con niños pequeños, y a un crío de 4 o 5 años que gritaba: «Tenéis que cerrar, huelga general». Es una situación intimidatoria. Somos 30.000 vecinos y nos conocemos todos. Con la fractura de la sociedad se ha perdido el respeto, y va a ser imposible unirla.

«Nadie se acuerda de la carga de los Mossos el 15M»

Este bombero barcelonés reflexiona cómo el nacionalismo radical ha llevado a un sentimiento de odio hacia los inmigrantes y hacia la Policía Nacional.

-¿Se ha manipulado la carga policial del 1-O?

-Las cargas policiales yo las condeno, evidentemente, como cualquier violencia, y lo del otro día fue un despropósito. Tenían que dejar votar y ya está, porque era un referendo ilegal. Pero la gente no se acuerda de cuando gobernaba CiU y los Mossos cargaron el 15M en la plaza de Cataluña porque si ganaba el Barça la Champions había que celebrarlo.

-Insisto: ¿ha habido manipulación?

-Estos días se han difundido fotos falsas de policías nacionales pegando a bomberos y lo venden como que pegan a un colectivo que defiende a la población. Son imágenes de hace cinco años en el Parlamento catalán, cuando los Mossos cargaron contra nosotros, que protestábamos por los recortes. Yo lo sé porque el EPI, el equipo que llevamos, desde hace un año es naranja amarillento y antes era color vino, y cuando te retiran el equipo no lo vuelves a ver. Quienes cargaban eran los Mossos, pero como visten de azul marino como la Policía Nacional no se distingue y lo aprovechan eso también.

-Hacen ver que lo bueno es solo lo de aquí.

-Es como a los inmigrantes: los culpan de la crisis y de quitarles el trabajo cuando en realidad ocupan puestos que los de aquí no quieren. Mi mujer es india y ella ha tenido problemas. Incluso en la piscina de un club de gente de pasta del que soy socio le dijeron que no ensuciara el agua, que se tenía que bañar la gente blanca.