Manuel Ángel Gómez-Ríos: «Parir con dolor no tiene sentido, es malo para la madre y para el niño»

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

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ANGEL MANSO

Autor de un libro sobre la anestesia en obstetricia, el experto ve falta de base científica en las corrientes naturalistas

11 mar 2018 . Actualizado a las 18:04 h.

Manuel Gómez-Ríos (A Coruña, 1978) acaba de coordinar y editar, con la participación de expertos internacionales, el libro Casos clínicos en anestesia obstétrica (Editorial Elsevier), con el que pretende acercar un manual práctico sobre los casos más frecuentes en la práctica diaria. Anestesista del Chuac desde el 2008, durante seis años atendió partos en el Hospital Teresa Herrera de A Coruña.

-No se peleó ni nada en Galicia para conseguir la anestesia epidural en el parto.

-Sí, sí, hubo presión para que se ofertase a todas las embarazadas. Históricamente la anestesia obstétrica se inició así, como aquí, por una demanda digamos social.

-¿Cuándo fue eso?

-La primera vez que se aplicó anestesia obstétrica fue hace casi 170 años. Un médico utilizó un anestésico inhalatorio para una paciente embarazada. Claro que la paciente era la reina Victoria de Inglaterra. La insistencia de ella debió de tener bastante que ver porque en aquel tiempo no se recomendaba ningún tipo de intervención en el parto.

-Las reticencias no se quedaron en aquel tiempo. ¿Por qué se tardó tanto en aceptar que no era necesario sufrir para dar a luz?

-Los principios fueron complicados primero por una cuestión social, por el peso de la religión: la mujer tenía que parir con dolor. Y además no había tampoco apoyo científico suficiente, se temía que afectase al feto.

-Todavía hay quien lo cuestiona.

-Fuimos evolucionando, a medida que pasaba el tiempo se fue viendo que era positivo. Hoy existe aval científico, sabemos que parir con dolor es malo para la madre y para el niño.

-Explíquelo, por favor.

-El dolor hace que se liberen mediadores del estrés como la adrenalina, que lo que hacen es provocar la vasoconstricción de la circulación útero-placentaria. Es decir, llega menos riego al feto. En pacientes sanas no hay problema, pero en pacientes con patología y en embarazos con problemas puede repercutir en el feto. Además, la adrenalina es nociva para el parto porque inhibe las contracciones uterinas.

-¿Quiere decir que el bebé puede sufrir?

-Claro. La repercusión del dolor de la madre en un feto sano no suele tener trascendencia, pero en un feto con compromisos previos de base, el dolor durante el trabajo de parto puede provocar sufrimiento fetal. De hecho, en el momento del nacimiento suelen salir en peor estado, más cianóticos, más acidóticos.

-La conclusión médica es clara.

-Hoy por hoy, en principio no tiene sentido que no se ponga la epidural a una mujer de parto salvo si existen contraindicaciones, que las hay, como determinadas enfermedades hematológicas. De hecho, aquí se aplica en prácticamente todos los partos.

-La corriente a favor del parto natural sin intervención alguna vuelve a estar en auge.

-En general no están de acuerdo con esa corriente o la desaconsejan la inmensa mayoría de los profesionales dedicados a la anestesia obstétrica y también los propios obstetras o ginecólogos. Solo aplicamos las técnicas e intervinimos cuando están indicadas y en condiciones normales la epidural está indicada en el parto. Es incuestionable. Existe evidencia científica sólida. Hay varias tendencias no justificadas en esta línea.

-¿Por ejemplo?

-La de posponer la epidural porque se tiene la idea de que prolonga el trabajo de parto, cuando en realidad hay revisiones rigurosas que han demostrado que no es así, solo se alarga el segundo período o de expulsión.

-¿Cuándo es el momento?

-La epidural hay que ponerla cuando se tiene dolor y lo demanda la paciente, pero la indicación no es un determinado grado o tantos centímetros de dilatación. Aunque esta tendencia todavía existe.

«Está demostrado que las técnicas de anestesia y analgesia cambian los resultados»

Al margen de la actividad asistencial, el interés por la divulgación le empujó a la edición de un libro «práctico» sobre las situaciones más frecuentes que se puede encontrar un anestesista en la atención a las embarazadas y al nacimiento, desde la epidural a la analgesia en el posoperatorio de las cesáreas. Buena parte de esos conocimientos empujan además su faceta investigadora, ya que Gómez-Ríos impulsa en el Inibic (Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña) el grupo de anestesiología y tratamiento del dolor.

-¿En qué terreno se centran?

-Tenemos varios proyectos y trabajos en marcha. Nuestra labor no se dirige solo, aunque también, a la anestesia en obstetricia. Buscamos la relación entre nuestras técnicas y el dolor agudo posoperatorio. El objetivo es determinar la mortalidad y la morbilidad asociada a las cirugías. Cada vez está más demostrado que nuestra técnicas de anestesia y analgesia pueden cambiar y repercuten en que mejoren los resultados.

-¿Por ejemplo?

-Hemos realizado ensayos en cesáreas para demostrar que existen técnicas que pueden disminuir el dolor crónico, algo que afecta al 25 % de las operadas durante un año.

-¿Cómo?

-En vez de utilizar la analgesia convencional, con paracetamol, antiinflamatorios o incluso opioides, colocando un catéter al final de la cirugía con un anestésico local de forma constante durante 48 horas.

-¿Qué otros campos investigan?

-Nuestro grupo se centra en ver qué técnicas disminuyen, por ejemplo, la incidencia de infecciones tras una intervención quirúrgica o incluso la aparición de metástasis en un paciente oncológico operado.