La razón por la que el papa Francisco apartaba la mano para evitar que le besasen el anillo

La Voz

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Stefano Rellandini | reuters

El director de la oficina de prensa del Vaticano da explicaciones sobre el criticado gesto de Francisco. Y no son las esperadas

28 mar 2019 . Actualizado a las 19:38 h.

El papa no retiraba la mano ni para aligerar la cola de señores, señoras, chicos y chicas que, pacientemente, aguardaban para saludarlo en el Santuario de Loreto ni tampoco porque le resultase incómodo el beso, gesto de pleitesía. Nada tuvo que ver su cómico aspaviento, tan replicado en las redes sociales, con la humildad: Francisco no se dejó sobar con la boca de los devotos su anillo pontificio por una cuestión «de higiene», para «que no se contagiaran con los gérmenes» que le dejaban en la mano.

Así lo aclaró este jueves el director de la oficina de prensa del Vaticano, Alessandro Gisotti, ante preguntas de los periodistas al respecto. «El papa estaba preocupado por la higiene y por contagiar los gérmenes entre la gente que hacía la fila para besarle en el mismo sitio -aclaró en declaraciones que recoge Europa Press-. Me dijo que le gusta abrazar y ser abrazado, y estar cerca de la gente, pero temía que todos se enfermasen».

En efecto, el papa argentino ha demostrado en anteriores ocasiones que el contacto directo con los fieles no es algo que le disguste: aprieta cientos de manos cada semana, se deja abrazar, se hace fotos con todos los que se le acercan, incluso toma mate con ellos y suele mantener el diálogo con las personas que le dan conversación.

Su reacción ante el beso al anillo, que a simple vista resultó demasiado brusca, generó muchas  y muy diferentes interpretaciones, ya que, más tarde, en otra sala del santuario, el pontífice sí se dejó saludar con el mismo gesto, sin reparos, por docenas de capuchinos y monjas: algunos le dieron la mano, unos le besaron y otros acercaron sus labios a la joya pontificia.

El protocolo del papa Francisco suele pedir a los visitantes que eviten las genuflexiones, viejas formalidades de las que el santo padre es poco amigo.

Además, en contra de lo que se dio por hecho en un primer momento, el anillo en cuestión no es el «anillo dorado de pescador» que los pontífices suelen llevar como símbolo del poder papal, sino el que recibió durante su ordenación episcopal en 1992 en Buenos Aires, según explicó el diario católico La Croix.