Enrique y Meghan afirman que el conflicto con la monarquía estalló porque ellos hacían mejor su trabajo

L. M. REDACCIÓN / LA VOZ

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El príncipe, sobre su negociación con la familia real para abandonar el Reino Unido: «Fue aterrador que mi hermano me gritara y que mi padre dijera cosas que no eran ciertas»

05 ene 2023 . Actualizado a las 11:50 h.

No hay grandes sobresaltos ni sorpresas en la segunda tanda de capítulos de la docuserie Enrique y Meghanque ha llegado a Netflix este jueves. Pero todo lo que se cuenta sigue estando dramatizado y edulcorado para ofrecer la visión benevolente que el hijo de Carlos III y su mujer tienen de sí mismos en relación con su abrupta salida de la familia real británica.

La semana pasada se estrenaron los tres primeros episodios de esta docuserie, que, en sus primeros días a disposición del público, fueron vistos durante 81,5 millones de horas a nivel mundial. Había expectación por escuchar su versión, aunque nada de lo que dicen va mucho más allá de lo ya conocido por la entrevista que concedieron a Oprah Winfrey en marzo del 2021. Lo que sí aportan los duques de Sussex es una narración personal y narcisista en la que dejan claro que, más que lo que puedan haber perdido ellos, ha sido la monarquía británica la que ha dejado escapar la gran oportunidad de tener a la actriz de su parte. Los celos y el temor estallaron porque ellos, ella especialmente, hacían mejor su trabajo.

El príncipe Enrique y Meghan Markle muestran a las cámaras una generosa selección de imágenes íntimas con el fin de demostrar que, a pesar de vivir en una mansión de 14 millones y tener un elevado nivel de vida que necesitan financiar con acuerdos comerciales como el que mantienen con Netflix, ellos son personas muy normales.

«¿No tiene más sentido escuchar nuestra historia de nuestros labios?», pregunta Meghan Markle a la cámara en el arranque de la serie. Su respuesta implícita es «sí», aunque para el espectador no aporten demasiado estas aventuras y desventuras de una pareja privilegiada que no pudo encontrar su lugar en el camino que la realeza les obligaba a transitar. Antes de comenzar, unos rótulos aclaran que todas las entrevistas acabaron de grabarse el pasado mes de agosto del 2022, unos días antes de la muerte de la reina Isabel II.

Como señala The Hollywood Reporter, esta docuserie «emplea mucho tiempo para revelar muy poco». Así es a lo largo de sus seis capítulos. Insiste una y otra vez en dar detalles sobre acontecimientos ya publicados. Hay momentos realmente incómodos, en los cuales sus protagonistas interpretan sin pudor un papel poco natural. Uno de ellos es el instante en que Meghan graba un vídeo casero de sí misma con una toalla enrollada alrededor de su pelo mojado a pesar de que las imágenes estaban destinadas a ser vistas por una audiencia global. Otra escena que provoca rubor es aquella en la que muestran a su hija menor, Lilibeth, apenas un bebé, un retrato de la «abuelita Diana». Era de esperar que la sombra de la princesa de Gales planease sobre todo el documental en los argumentos que proporciona la pareja, pero la insistencia del príncipe Enrique en equiparar a su mujer con su madre difunta resulta un tanto ventajista, además de perturbadora. Es cierto que sus hijos nunca podrán conocer a la abuela Lady Di, pero tampoco tendrán trato con el resto de su familia paterna y sus fotos no aparecen por ningún sitio.

Insisten los duques de Sussex en lo mucho que la exactriz podría haber aportado a la institución por ser de raza negra, igual que 2.500 millones de habitantes de países de la Commonwealth. Algunos de estos territorios quieren emanciparse de la corona británica, como se encarga de señalar el documental con las protestas que tuvieron lugar durante la polémica visita que Guillermo y Catalina, los nuevos príncipes de Gales, hicieron en primavera a varios países del Caribe. «Cualquier persona de dentro del sistema, ya sea mi familia, el personal o los equipos de relaciones públicas, sea quien sea, han perdido una oportunidad enorme con mi mujer y con lo lejos que podría llegar a nivel global», afirma el príncipe Enrique en uno de los capítulos de la segunda remesa.

Ella deja claro todo el tiempo que se le hizo cuesta arriba adaptarse a su vida en la realeza. Lo hace con un tono que ha levantado ampollas en el Reino Unido con detalles como el modo en que se burla de la reverencia que le hizo a Isabel II el día en que la conoció. Igual que se ríe de su frase: «Cuando llegué al castillo para mi boda», dice engolando la voz. O del hecho de haber cortado la tarta nupcial «¡con una espada!»

En las nuevas entregas, la pareja ahonda en sus críticas a la prensa británica, por un lado, y a los engranajes de la monarquía, por otro. Hay reproches a la familia, pero también a aquellos que la rodean, en especial a las oficinas que dependen de cada miembro de realeza y a la profunda rivalidad que existe entre ellas.

Sobre los Windsor, las declaraciones más jugosas son unas en las que el príncipe Enrique relata cómo fueron las negociaciones para establecer su nuevo papel después de anunciar su «paso atrás» como miembros de la realeza. La reunión tuvo lugar el 13 de enero del 2020 en la residencia de Sandringham, al este de Inglaterra, y fue convocada de urgencia cuando el príncipe se encontraba todavía en Inglaterra pero su mujer ya volaba hacia Canadá. Están seguros de que no fue una coincidencia, algo que a Meghan le dolió especialmente.

Enrique cuenta que le hicieron varias propuestas y que él había optado por una opción intermedia, «mitad dentro, mitad fuera», que suponía, según sus pretensiones, seguir representando a la reina Isabel II pero viviendo fuera y manteniendo su independencia, incluida la económica. La familia cerró todas las puertas a esa vía intermedia y la conversación fue muy tensa. «Fue aterrador que mi hermano me gritara y me gritara y que mi padre dijera cosas que simplemente no eran ciertas. Y mi abuela, ya sabes, sentada en silencio asimilando todo», cuenta el hijo menor de Diana.

«Pero hay que entender que, desde la perspectiva de la familia, especialmente desde la de ella (la reina), hay formas de hacer las cosas y su última misión, su objetivo, responsabilidad es la institución», relata.

Otro de los reproches que hacen a la familia real es el hecho de no haberles ayudado, en especial a Meghan Markle, cuando los medios pasaron del entusiasmo que se generó en torno a la pareja en el momento de la boda a los progresivos ataques e invasiones de su privacidad, lo que derivó en amenazas de muerte. «Llevo 30 años observando desde detrás de la cortina y sé cómo funciona el sistema. Las instrucciones constantes sobre otros miembros de la familia, los favores, las invitaciones a la prensa... Es un juego sucio. Hay fugas, pero también hay filtraciones de historias. De modo que si el equipo de comunicación quiere eliminar una historia negativa sobre alguien te ofrecen [a los medios] otra historia diferente sobre otra persona. De modo que las diferentes oficinas de comunicación trabajan unas contra otras. Se hace raro y difícil aceptar que esto ocurre», relata el príncipe.

Ofrece detalles muy concretos de cómo algunos aspectos que solo comentaba con su padre, su hermano o la reina acababan publicados en la prensa en cuestión de horas. Por ejemplo, cuando le planteó a Carlos de Inglaterra, y solo a él, que estaban pensando en renunciar a sus títulos de duques de Sussex, un detalle que poco después apareció en la prensa. 

Asegura Enrique que él y su hermano se habían prometido a sí mismos que sus respectivas oficinas nunca entrarían en ese juego de enfrentarse una a la otra, pero eso empezó a ocurrir y eso le «rompió el corazón».

Después de aquella reunión en la que se negoció el futuro de los duques de Sussex, la casa real publicó un comunicado en el que Enrique y Guillermo desmentían conjuntamente una noticia según la cual el heredero al trono había tenido una actitud de acoso hacia su hermano. Él asegura que, a pesar de lo anunciado, él nunca firmó ese comunicado ni tuvo conocimiento previo de él. «Estaban contentos de mentir para proteger a mi hermano y durante tres años no han estado dispuestos a decir la verdad para protegernos a nosotros», se queja Enrique, que también afirma que le impidieron ver a su abuela en una de sus visitas al Reino Unido a pesar de que esta lo había invitado y le había dicho que tenía la semana libre.

Sobre los medios, ofrecen un exhaustivo análisis de cómo el trato hacia Meghan Markle se transformó hasta llegar a los titulares demoledores y a ofrecer puntos de vista totalmente opuestos en función de si una noticia la protagonizaba la exactriz o su cuñada, Catalina. Enrique culpa a la prensa británica del aborto que sufrió su mujer y que coincidió con el momento en que un medio publicó la carta privada que la duquesa había enviado a su padre, Thomas Markle. Cuentan que el verdadero giro de guion con respecto al trato que Meghan recibía se produjo después de la gira que la pareja hizo por Australia a finales del 2018 y que coincidió con el anuncio de que estaba embarazada de su primer hijo. «Eran tan populares entre la gente que los miembros de palacio estaban atemorizados», subraya el documental.

El príncipe Enrique matiza: «La cuestión es que cuando se incorpora a la familia alguien nuevo que debería ser un actor secundario y roba el protagonismo o hace mejor su trabajo que la persona que ha nacido para ello, eso perturba a la gente. Provoca un desequilibrio. Porque te inducen a pensar que la única manera de que tus obras de caridad puedan tener éxito, la única manera de que tu reputación crezca o mejore es estar en las portadas de los periódicos. Pero son los medios los que eligen a quién ponen en la primera página». Afirma que la atención mediática que recibía su esposa estuvo en el origen de los intentos de derribo de su figura y también detrás de algunas de las amenazas de muerte que recibía.

La duquesa de Sussex explica que fue muy difícil para ella asimilar las restricciones y la supervisión de todos sus actos y revela una vez más que sintió el impulso de quitarse la vida, algo que también atestigua su madre, Doria, en su primera entrevista en televisión.

El príncipe asegura que afrontó aquel torbellino de emociones «como el Enrique institucional en oposición al Enrique marido». «Lo que me quitaba los sentimientos era mi papel real. He sido entrenado para preocuparme más por lo que pensará la gente si no acudimos a un acto o si llegamos tarde. Mirando atrás ahora me odio por ello», confiesa.

La abogada de Meghan Markle, Jenny Afia, afirma, en una parte del programa, que tuvo acceso a pruebas que demuestran cómo alguna información contraria a los duques de Sussex salía directamente de palacio.