Ingeniería política a lo grande en Turquía

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

ACTUALIDAD

KAYHAN OZER | AFP

23 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Recep Tayyip Erdogan es dado a los proyectos colosales: su palacio presidencial de 1.000 habitaciones en Ankara, el tercer aeropuerto de Estambul, el canal alternativo al Bósforo… Se podría decir que las elecciones de mañana en Turquía son el equivalente político de esas ambiciosas obras de arquitectura e ingeniería. Y hay mucho de ingeniería política, en todo caso, en ellas. Son las primeras tras una reforma constitucional que se aprobó por los pelos el año pasado en un referendo y que, entre otras cosas, suprime el cargo de primer ministro y transfiere sus poderes al presidente de la república, que además podrá gobernar por medio de decretos. Esto Erdogan ya lo está haciendo desde hace dos años, en virtud del estado de emergencia que estableció a raíz del fallido golpe de Estado del 2016. Con la purga que siguió a aquella intentona, Erdogan se ha hecho con el control prácticamente total de la prensa, silenciando a los medios mínimamente disidentes, lo que, evidentemente, le da muchas facilidades en las urnas.

Pero sería injusto atribuir las buenas expectativas de Erdogan exclusivamente a su control de los resortes del poder. El hombre es auténticamente popular. Tras dirigir el Gobierno en tres mandatos sucesivos desde el 2003, y ostentar luego la presidencia desde el 2014, Erdogan es un rostro familiar, el político que encarna la idea de Turquía fuerte, la figura paternalista que juega hábilmente con los conceptos de islam y patria, el nacionalista islamista y el islamista nacionalista que promete un estatus de superpotencia regional que nunca llega pero que permanece ahí, como una bandera constantemente agitada por el viento.

¿Podría salirle mal? Es muy improbable. La economía, que era uno de los grandes argumentos de Erdogan en pasados comicios, va mal. Pero aún así las encuestas le siguen garantizando una fácil victoria en la primera vuelta de las presidenciales; la duda es si tendrá que batirse en una segunda vuelta. Si es así, será casi con toda seguridad contra Muharrem Ince, el candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP por sus siglas en turco), una formación de centroizquierda, pero tan nacionalista o más que el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan. El único peligro realista para Erdogan está en las elecciones legislativas que se celebran simultáneamente. Su némesis vuelve a ser ahí el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que representa a la minoría kurda. Si traspasa la barrera del 10 %, podría impedir la mayoría absoluta del AKP de Erdogan; si bien su líder, Selahattin Demirtas, ha hecho una campaña de perfil bajo; lo esperable cuando el candidato está en la cárcel. Pero incluso sin el control del Parlamento Erdogan seguiría contando con la nueva facultad presidencial de emitir decretos. Él lo ha vendido como «un sistema similar al norteamericano». Como el canal que se está construyendo en Estambul tiene, más bien, mucho de atajo a Rusia.

El mundo entre líneas