Tabacalera, otro modelo cultural

OPINIÓN

20 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo en el que Gijón era el foco de la vida cultural de Asturias. Incluso desde Oviedo, sumida en la larga noche del gabinismo, se miraba con envidia lo que ocurría en la ciudad costera. A la orilla del Cantábrico se sucedían festivales, conciertos y exposiciones que convirtieron a la ciudad en un referente no solo regional, sino nacional. Gijón tenía fama de ser un lugar con encanto y con vida; era un sitio en el que pasaban cosas. Sin embargo, aquel edén tenía mucho de espejismo cultural, sus cimientos no eran sólidos. Basado fundamentalmente en el dinero que se insuflaba desde el ayuntamiento, muchos ciudadanos nos acostumbramos a la complacencia, a que se nos dieran las cosas hechas. Y en esa mezcla peligrosa de intervencionismo y hedonismo aconteció la crisis económica en la que aún estamos sumidos. La cultura pasó a ser considerada un lujo y, de la noche a la mañana, nos vimos privados de esos acontecimientos que jalonaban las semanas y sin estar acostumbrados a arrimar el hombro para poner en marcha iniciativas. Los grandes eventos habían hecho que muchos olvidáramos que las cosas han de nacer desde abajo, con esfuerzo y con empuje. Que ese es el orden natural de las cosas.

Y en esas estamos. A día de hoy son Oviedo y Avilés los que dictan la actividad cultural asturiana. Un grupo de irredentos ovetenses, ante la certeza de que si querían algo nadie iba a ayudarles, se pusieron ya hace años manos a la obra y consiguieron poner en marcha sitios como La Lata de Zinc, Paraíso local creativo, el Csoa La Madreña, o la más reciente sala La Salvaje. Si miramos a la ría, Avilés es un ejemplo de una ciudad en la que el ayuntamiento pone de su parte y programa ?la oferta teatral avilesina es de envidiar?, y en casos como los de las iniciativas musicales da facilidades a promotores privados, lo cual no es poco. ¿Qué tenemos en Gijón? Luchas bizantinas en política, locales públicos infrautilizados, festivales que agonizan, una legislación municipal que dificulta enormemente la música en directo y una empresa municipal, Divertia, que se ha convertido en un gigante que todo engulle. Un ente público que se limita a apoyar actividades supuestamente culturales organizadas por los de siempre y encaminadas fundamentalmente al turismo de cachopo y de camisetas de vacas escanciando sidra. La cultura de espaldas a la ciudad y con la única vocación de traer visitantes que vienen y van y que, por el camino, dejan unos pocos euros.

Muchos somos los que llevábamos tiempo pensando que urge hacer algo. Que ya basta de lamentarse y que es el momento de ponerse manos a la obra. De buscar caminos centrados en la autogestión, en la integración de lo social y lo cultural; en definitiva, que los ciudadanos tomemos la iniciativa, que nos involucremos en las decisiones políticas y dejar de depender del dinero público.  En muchas ciudades de España están aflorando centros bajo estos ideales. Lugares que viven de cara al barrio en el que están inscritos, que responden a algunas de las necesidades de los vecinos y que, a la vez, generan actividades culturales para el conjunto de la ciudad. Con esas ideas en mente se ha creado la Plataforma Ciudadana Tabacalera Gijón. Claro está, el nombre no es casual. Responde a la certeza de que este es el momento de los movimientos asociativos y de participación ciudadana, responde a la certeza de que Tabacalera es un edificio simbólico enclavado en el corazón del barrio más simbólico de la ciudad. Un excelente punto de partida para comenzar a revertir la situación.

Las obras para habilitar la antigua fábrica de tabacos se iniciarán a finales de este mes. El plan municipal previsto es el de destinar el espacio a un uso compartido entre museo e industrias culturales. Sin embargo, la alcaldesa ha anunciado que se involucrará a vecinos y colectivos culturales en la toma de las decisiones definitivas de estos usos. Es una oportunidad perfecta para involucrarse, para luchar porque, en ese edificio tan representativo, existan espacios que respondan a las necesidades culturales y sociales de esta ciudad. Está en nuestras manos que ese sea un lugar desde el que se dinamice el barrio de Cimavilla y que resucite la agonizante vida cultural de la ciudad. Tabacalera ha de ser, desde su concepción, un centro abierto a la participación ciudadana y un punto del que irradie una actividad alejada del grandonismo y de los fastos, centrada en los individuos, que permita generar riqueza y empleo, pero del que también brote eso tan necesario que es la cultura.