Son de la Habana

OPINIÓN

22 may 2016 . Actualizado a las 12:12 h.

La política exterior de los Gobiernos del PP ha sido pendular, pero siempre lamentable. José María Aznar combinó su sumisión al dictado de los Estados Unidos, incluso incorporando el acento tex-mex a su castellano cuando no abordaba, en términos navales, el inglés, involucrando a España en la guerra de Irak, con exigencias megalómanas como la de que nuestro país debía de incorporarse al G-8.

Pero ya antes de posar las botas sobre la mesa del rancho de Bush (hijo) y de integrarse en el miserable «trio de las Azores», había prestado un importante servicio al entonces presidente Clinton convirtiéndose en el principal impulsor de la llamada Posición común de la Unión Europea sobre Cuba adoptada en 1996. Con dicho acuerdo la UE establecía importantes restricciones en las relaciones institucionales y económicas con la isla caribeña, en un momento en el que USA endurecía las consecuencias del bloqueo con la aprobación de la ley Helms-Burton.

Mariano Rajoy, como en otras áreas de la acción de Gobierno, ha optado por pasar desapercibido en Asuntos Exteriores, prefiriendo mantener un perfil bajo caracterizado por un pragmatismo ramplón

Una vez que la Unión Europea ha esbozado el germen de una política exterior propia, el Ejecutivo español ha renunciado a tener una acción exterior autónoma, salvo en una cuestión, los intereses de las multinacionales de nuestro país. Así, por lado, se ha supeditado la cada ejercicio más mermada aportación presupuestaria a la cooperación al desarrollo, al aterrizaje en los países beneficiadas por la misma de los holding nacionales; y, por otro, bajo la etiqueta «Marca España» se ha puesto al servicio de los mismos toda la estructura desplegada del Ministerio de Asuntos Exteriores, eso sí, en algunos casos, como en el del embajador en la India, Gustavo de Aristegui, presuntamente, a cambio de importante comisiones.

Nunca ha faltado un miembro del Gobierno dispuesto a respaldar la posición de nuestras multinacionales. Hace dos años acudieron a Panamá, va de retro, en el conflicto por los sobrecostes de la ampliación del Canal que ascendían a 3220 millones de euros, el doble del presupuesto inicial. Todavía no han pasado dos semanas desde que Ana Pastor mediase en La Meca para lograr una prórroga en el plazo de entrega de las obras del AVE y en la reclamación de unos sobrecostes que ya importan 1500 millones. Parece que, formadas en los sobrecostes de las obras patrias, nuestras constructoras pretenden exportar dicha práctica, encontrando más resistencia que en este país.

Tanto pragmatismo tenía hasta ahora una excepción, Rajoy mantenía la posición respecto a Cuba que había fijado el ideólogo de la FAES e, incluso, se había mantenido impasible ante la decisión de la privatizada Iberia de clausurar en abril de 2013 su línea con La Habana (la reanudaría en junio de 2015), aunque ello conllevase un perjuicio claro para los empresarios españoles presentes en el importante sector turístico cubano.

Pero en los últimos días el Gobierno en funciones ha dado un claro giro en su estrategia y ha enviado a La Habana a los ministros de Asuntos Exteriores y Fomento, como reacción tardía a modificación del marco de relaciones entre la UE y USA con Cuba. Lo hace tarde y demostrando una vez más la renuncia de España a mantener una política exterior autónoma, acorde con los intereses nacionales. Para que Rajoy descubriese la necesidad de intentar recuperar lo que históricamente han sido unos vínculos privilegiados, fue necesario que Raúl Castro, con su visita a Hollande a primeros del pasado mes de febrero, demostrase que podía encontrar otros interlocutores en Europa y que la UE enviase en marzo a La Habana a Federica Mogherini, Alta representante para la política exterior, sólo unos días antes de que arribase Obama como símbolo del deshielo USA-Cuba, iniciado años y medio antes, aunque aún persista la parte sustancial del bloqueo.

Aunque ahora el Ejecutivo del PP se apresure a intentar corregir el resultado de la mezquindad de Aznar, que Zapatero no quiso corregir desde la presencia española en la UE y que Rajoy mantuvo con la imperturbabilidad que le caracteriza, España parte de nuevo de cero en el escenario de la anunciada apertura de la economía cubana a inversiones extranjeras. Toca recorrer «caminitos de ida y vuelta» (Carlos Cano, «Habaneras de La Habana»).