La voz de La Voz y la fórmula de la dinamita

Esther Canteli
Esther Canteli REDACCIÓN

OPINIÓN

26 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Me gustaría estar por unos instantes en la piel de José Tartiere Lenegre cuando, ya en su madurez, se planteó fundar La Voz de Asturias. Me gustaría ahondar en los sentimientos de aquel talentoso y emprendedor hijo de emigrantes que llegó a Asturias buscando una fórmula para fabricar dinamita y se encontró con la tierra más explosiva de su vida. Cómo me gustaría saber más de aquel chaval explorador que llegó a una tierra de oportunidades científicas, técnicas y empresariales llamada Asturias.

Así que hubo un tiempo en que Asturias atraía a los emprendedores y no los empujaba al exilio absoluto? Un tiempo en que el talento individual y corporativo se respetaba, incluso se alentaba y se reconocía? ¡Increíble!

Con todo y con eso, el mundo de Tartiere y sus coetáneos distaba mucho de ser ideal, y había pobreza, miserias, lucha de clases, presión del gran capital, injerencias extranjeras, abuso de poder?, y casi nadie podía ni saberlo ni contarlo. La libertad, incluida la de expresión, como hoy la conocemos, no existía. La mayoría de los derechos, incluido el de información, estaban por escribir, y los que estaban escritos se pasaban por el forro en la mayoría de los casos.

Y así, en medio de un mundo convulso y despiadado en ocasiones, nace La Voz de Asturias: Una pequeña y periférica voz, en un mundo donde había miles de personas sin voz y a veces, demasiadas, sin voto.

La voz de La Voz ha susurrado, ha denunciado, ha poetizado, ha gritado, ha voceado, o ha sobrevolado la realidad, ha pasado de puntillas sobre ella, o la ha reventado, criticado, cuestionado. La voz de La Voz ha alfabetizado, informado o pintado mil cuadros llenos de imperfectos matices. La voz de La Voz es un testigo y una metáfora certera de la historia misma de este país, y como él ha sufrido los, a menudo, injustos y descontrolados vaivenes de la vida. Ha tenido momentos dulces y conflictivos, y paréntesis de obligado silencio.

Tras un paréntesis de afonía y enmudecimiento, La Voz resurge de sus cenizas «analógicas» cual Ave Fénix digital. Será o, mejor dicho, ya es la primera cabecera asturiana, de las consideradas históricas, enteramente online. Un nuevo hito en su dilatado haber.

En esta singladura online el capitán de la nave se llama Angel Falcón, digno heredero de la tradición exploradora de aquel joven y romántico Tartiere que llegó a Asturias a finales del siglo XIX. Falcón es valiente sin aparentarlo; resolutivo sin hacerlo evidente; sufrido, discreto, vocacional y muy aplicado. Nada «prota», lo suyo es el segundo plano y el respeto casi reverencial a la labor de equipo. La trayectoria de Angel Falcón simboliza  el último eslabón de aquella prestigiosa escuela de periodismo offline que fue La Voz de Asturias, y representa el nexo con el nuevo periodismo asturiano online.

Como José Tartiere, Falcón y sus chic@s buscan la fórmula de la «dinamita» para volar la intolerancia, la desigualdad y la falta de libertad. 

Entretanto, yo sigo pensando en aquel buscador de dinamita que fue José Tartiere y en todos los que le sucedieron en las exploraciones fabriles, industriales, o mineras en Asturias. En todos aquellos  que le sucedieron en la búsqueda del progreso colectivo, y en la lucha por la dignidad humana.

Siento que en todo este tiempo, de un modo u otro, la voz de La Voz siempre ha estado ahí? buscando, como el joven Tartiere, la fórmula de la dinamita? ¡Siento que llegó la hora de encender la mecha digital!