Un lobo, hace falta un lobo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

27 may 2016 . Actualizado a las 09:20 h.

Todo es mentira. Si esta palabra ofende a nuestra sincera, honesta, noble y distinguida clase política, lo diré de otra manera: todo es una representación teatral. Los candidatos han agotado las existencias de las tiendas de disfraces. En esta edición electoral la prenda más solicitada está siendo también la de más tradición: la piel de cordero, que no necesita ni ser confeccionada. Se compra en bruto en un outlet, se acude con ella a la televisión y produce efectos mágicos. Donde el señor Rajoy había visto un rebaño de radicales, ahora se ve un pacífico grupo de jóvenes que quieren cambiar algunas cosas, pero desde una serenísima moderación. Los comunistas que estaban asomando y aparecían de segundos en una ambiciosa coalición hasta el punto de que Julio Anguita proclamó «todos somos comunistas», están difuminados, desaparecidos, como si hubiera vuelto Franco y se hubieran escondido bajo tierra. Los radicales del PSOE, aquellos que tanto hicieron por tumbar a Suárez, ahora andan por los mítines diciendo «puedo prometer y prometo», por si cuela. Todos hemos convenido que la extrema derecha no existe en España, con lo cual puede convivir con los demócratas del PP sin que nadie perciba su existencia?

Ahora examinemos los nombres. Veo todos los días en La Sexta o en Cuatro a Pablo Iglesias, y es beatífico. Por esas transfiguraciones que hace la política, Pedro Sánchez ha dejado de ser su enemigo. Lo quiere machacar en las urnas, no quiere dejar del PSOE ni la memoria, pero confiesa que es su aliado del alma, su futuro compañero de Gobierno, el amor de su vida. El propio Pedro Sánchez es otra alma de la caridad, porque ladra mucho y a todas horas, pero tiene un discurso tan educado, tan fino, tan cortés -algunos dicen que tan vacío-, que ni molesta. Vale lo mismo para una derecha moderada que para un buen marxista. De Rajoy, ya se sabe: pretende el monopolio de la razón, de la templanza y del sentido común. Si tiene que lanzar algún ladrido, suelta a algún vicesecretario o a Rafael Hernando, que muerde muy bien. Albert Rivera sigue haciendo su papel de yerno deseado por muchas madres y paseó su piel de cordero por Caracas, en busca de su papel de pacificador universal. Encierra tanta bondad aparente, que no me extrañaría que algún día adopte la Alianza de Civilizaciones de Rodríguez. ¿Y qué habrá pasado de Alberto Garzón, el de Izquierda Unida? ¿Ay, Dios mío, que se nos ha perdido en el bosque de la moderación! Le deben haber dado vacaciones, porque se ha declarado comunista, y de los comunistas se quieren sus votos, pero no su identidad.

El bosque de los corderos. Ya estoy empezando a echar en falta a un lobo. ¡Que vuelva el dóberman!