Bienvenido, Obama; pero sin vasallaje

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

08 jun 2016 . Actualizado a las 08:44 h.

Así que Obama viene por fin a España. Se espera un gran despliegue mediático, como cada vez que nos visitó un presidente norteamericano. De momento, todo el mundo aparece feliz por su llegada, como si fuese la visita de un arcángel. El ministro de Asuntos Exteriores lo considera el gran éxito de una política que, según él, heredó marcada por los pecados originales del Zapatero de la bandera y de las tropas de Irak. El presidente de la CEOE considera que es una gran nueva por tratarse del jefe de Estado de una potencia de inmenso interés comercial. Los medios informativos llevaron el anuncio a sus primeras páginas. E incluso se espera que un adecuado tratamiento de su persona, de su obra y de su pensamiento sea un empujoncito electoral a quien ostenta el poder en España.

Es una importante noticia, nadie lo discute. Pero quizá habría que contener ese entusiasmo colonial que ya empezó a asomar en algunos contenidos y declaraciones. Para empezar, el gesto de visitar España no es una de sus primeras iniciativas, sino de las últimas. Tiene a nuestro país en su cuaderno de deudas y gestos pendientes, como la mayoría de los que está efectuando en su despedida. Cuando aterrice, solo le quedarán seis meses de mandato en la Casa Blanca. Es decir, que habrá tardado noventa meses en sentir la llamada de España, a pesar de todas las invitaciones que se le hicieron. España, como aliada, no ha sido nunca una de sus prioridades afectivas. Estuvo en Europa en decenas de ocasiones. Sus fotos en Berlín, Londres, París, Roma y Bruselas han sido habituales; pero nunca tuvo tiempo para hacer una pequeña escala en Madrid, aunque diga que se muere de ganas por conocer este país. Si es por los disgustos de Zapatero, parece un rencor demasiado largo para un jefe de Estado.

Recibámosle, pues, con la cortesía y los honores que merece. Pero no olvidemos algún detalle: con Obama y sin Obama, España le ha dado a Estados Unidos mucho más de lo que Estados Unidos ha dado a España. España le ha dado territorio estratégico para sus misiones militares en las bases de Rota y de Morón. Cedió una parte de su soberanía para que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos pudieran desplegar su poderío con toda seguridad. España prestó y sigue prestando la colaboración más leal en el escudo antimisiles, incluso con riesgo para sus intereses económicos con Rusia. España envió a sus Fuerzas Armadas a los lugares donde fueron requeridas y con sacrificio de muchas vidas. Los servicios de inteligencia del Estado español están siendo un instrumento de máxima utilidad para todo Occidente, aunque sean los americanos quienes se atribuyen el prestigio. Por lo tanto, bienvenido, señor Obama. Pero nada de vasallaje.