Ikea

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

12 jun 2016 . Actualizado a las 11:03 h.

A la nueva socialdemocracia le gustan más las multinacionales suecas que las gallegas. Que cada uno lo interprete como quiera. Reniegan de Inditex pero sucumben a la diéresis sueca hasta el punto de convertir su mensaje en un anuncio de Ikea. No somos ciudadanos, sino consumidores. Los jefes de campaña estudian con más fervor la estrategia de marca de MacDonalds que el Manifiesto comunista. Así que procede ir de frente y empaquetar la propuesta de país en un catálogo de muebles. Sin complejos. Se proponen conseguir que el programa de Podemos sea el más leído de la democracia, una aspiración que suena como los objetivos que se fija una multinacional cuando se lanza a la arena. Podemos conoce muy bien el presente. Ventajas de la juventud. Escucho el rechinar de dientes de ese viejo comunista al que han metido su punto de vista en los cajones de una Stockholm. Se enfrentará a la posibilidad de cambio con la perplejidad que a veces inyecta el futuro cuando te arrolla.

Cuando Ikea llegó a España era fácil cruzarse por la calle con un chaval que perseguía al repartidor de los catálogos con la decisión alocada de los fans. Muchos entraban en Ikea por primera vez con un ímpetu desconcertante. Era una especie de prueba de modernidad que en el fondo escondía algún complejo. Para muchos, intuir que el comedor lo tenían replicado en Manhattan era una experiencia estimulante. 

Ignoro si Ingvar Kamprad reclamará derechos de autor a Pablo Iglesias. Al fin y al cabo, se ha producido una transferencia. Podemos rentabiliza una marca comercial cargada de semántica e Ikea se reviste de una ideología que quizás no quería. Puede que el dueño de Ikea se esté preguntando en este instante si en el sur de Europa lo han confundido con Olof Palme.