Sin miedo y con esperanza

OPINIÓN

14 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La coalición Unidos Podemos ha convertido la campaña electoral en algo muy distinto a la del pasado diciembre. La unión de las fuerzas situadas a la izquierda del PSOE, incluidos nacionalistas, y los ecologistas con Podemos ha demostrado que, sin aumentar el número de votos, solo por acabar con la división, puede corregir los efectos de la ley D?Hondt y lograr escaños que antes habían sido otorgados al PP y al PSOE. No solo eso, según se acerca la fecha de las elecciones, las encuestas demuestran que ha conseguido devolver la ilusión a buena parte de los ciudadanos y su intención de voto crece hasta aproximarla al PP, que todavía aparece como probable primera minoría.

Los efectos se vislumbraron en el mismo momento en que se firmó el acuerdo: el enemigo ya no es el partido del gobierno, sino Unidos Podemos. Los tres partidos rivales y la cada vez más conservadora prensa madrileña se han volcado en una campaña del miedo que resucita el fantasma del comunismo y amenaza con la ruptura de España, el caos económico, la salida de la Unión Europea y hasta con el fin de la democracia si la coalición llega a formar parte del gobierno. Los ataques personales a los dirigentes, la información sesgada sobre la campaña electoral, la manipulación informativa sobre la financiación de Podemos, todo vale en esta nueva cruzada. Lo cierto es que lo único que parece haber logrado es la radicalización de los ya convencidos, incluso se ha producido algún acto violento, y convertir a Unidos Podemos en la auténtica opción de cambio.

España posee una democracia consolidada, con un sistema de contrapesos que hace imposible que la participación en el gobierno de una coalición a la que ninguna encuesta otorga siquiera el 30% de los votos pueda suponerle una amenaza, si es que ese fuese su objetivo. Es más, resulta muy probable que el conservador Tribunal Constitucional y un senado que previsiblemente estará en manos de la derecha dificulten incluso la labor legislativa ordinaria de un gobierno en alianza con el PSOE ?en solitario no sería posible?, cualquier reforma constitucional requerirá consensos más amplios.

El peligro no reside en la amenaza de una dictadura comunista, lo que está en riesgo es la permanencia del PP en el gobierno y el entramado de intereses que ha tejido en torno suyo. Lo que está amenazado es el saqueo de las arcas públicas por unos liberales que creen que la única función del Estado es la de servir a sus ambiciones particulares.

Han pasado demasiadas cosas en estos años, las responsabilidades políticas por el despilfarro y la corrupción todavía no han sido saldadas, solo empiezan a serlo algunas de las judiciales. No solo es necesario que el PP abandone el gobierno -la única forma de que pueda regenerarse y democratizarse o, al menos, obligar a su dirección a que cumpla con lo dispuesto en sus estatutos-, hay que restablecer el sentido de lo público y volver a convertir la actividad política en un servicio a la sociedad y no en fuente de prebendas o enriquecimiento personal. Esto afecta también al PSOE, menos manchado por la corrupción y que ha pagado ya un alto precio con la pérdida de poder e influencia, pero que con casos como el de los ERE de Andalucía mostró que, como el PP, tenía demasiada tendencia a considerar las administraciones que gobernaba como cortijos particulares. Estoy convencido de que los señores Chaves y Griñán no se enriquecieron ilegalmente, pero no se pueden establecer normas que disminuyan los controles para favorecer la arbitrariedad en el manejo de los fondos públicos y el amiguismo. La participación de los socialistas en un gobierno de coalición debería servir para que cambiase su forma de hacer política.

Podemos ha logrado movilizar a los jóvenes y a buena parte de los descontentos con la corrupción, la gestión de la crisis y el anquilosamiento y las trapacerías de los dos partidos hasta ahora turnantes, ha generado esperanza en un verdadero cambio. Izquierda Unida tiene un líder joven, capaz y formado. Comparto muchas de las críticas que se han hecho a la indefinición ideológica del nuevo partido, a su bisoñez y contradicciones y a la mala gestión del fallido proceso de investidura por parte de Pablo Iglesias, que, aunque no fuese el responsable del fracaso de una coalición que los barones del PSOE nunca estuvieron dispuestos a aceptar, cometió el error de darles argumentos de forma innecesaria y de aparecer con una prepotencia que dañó su imagen. No creo que se deba dar a nadie un apoyo ciego, no estoy hipnotizado, pero, si todos fuésemos tan implacables con los demás partidos como lo son la mayoría de los editorialistas y columnistas de los medios de comunicación con los errores de Podemos y su líder, nadie votaría el 26 de junio.

Entre el miedo y la esperanza prefiero elegir la segunda, dar la alternativa a la renovación, a quienes pretenden acabar con la corrupción, corregir las injusticias y mejorar la democracia. Siempre hay riesgo en cualquier cambio, pero Unidos Podemos solo podrá gobernar en coalición con el PSOE y con el apoyo parlamentario de alguna fuerza más, estará obligado a consensuar sus decisiones, no va a haber un salto en el vacío.

Otra cosa es que el PSOE elija el pacto con el PP. Si aciertan las encuestas que vaticinan 170 diputados o más a la suma con Unidos Podemos, tendrá muy difícil explicarlo y solo reforzará la idea de que realmente existen unas fuerzas del sistema que se sienten muy cómodas con sus vicios.