Alegato a favor de la reflexión

Emma Álvarez
Emma Álvarez REDACCIÓN

OPINIÓN

18 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es cierto que cuando los daños son directos, cuando esos daños atañen a nuestro medio de vida es complicado reflexionar desde la razón, solemos dejarnos llevar por los impulsos, perdiendo en la mayoría de los casos, esa razón.

Todos en mayor o menor medida tenemos pérdidas, desengaños, fracasos en nuestros trabajos.

¿Cuántos tienen que cerrar su negocio por haber hecho mal los cálculos, o por cosas ajenas a ellos?

¿Cuántas personas por una helada, por una inundación se quedan sin cosecha?

¿Cuántos por cierre de la empresa se quedan al paro un día sí y otro también?

Pues podemos analizar caso a caso e intentar dar solución, o dejarnos llevar por el instinto animal y decir que salimos a la calle y empezamos a quemar coches.

¿Por qué esto se ve tan claro en estos casos y en otros no?

Que el ganadero está en extinción es verdad, pero eso no es de ahora, eso es de hace muchos años.

Que nadie se preocupa por él, que no puede vivir de lo que produce, por tanto su trabajo no es reconocido ni dignificado, también.

Que la población rural está desapareciendo alarmantemente y con ello todo una cultura, tradición y modo de vida también.

Que los políticos no hacen nada por cambiar esta situación también.

Pero que parece ser que esto importa muy poco a un lado  y a otro, sin duda.

Sabemos que a la gente se le calla muy fácilmente, sólo hay que darle comodidad y dinero.

Dinero para hoy, hambre para mañana, pero se callan.

¿Por qué interesa tanto enfrentar al ganadero con el ecologista?

¿Alguien sabe qué medidas llevan en el programa electoral los partidos verdes para salvar el mundo rural, para dignificarlo, para solucionar los daños ocasionados por la fauna salvaje?

No, sólo saben que defienden a los animales. ¿A quién interesa que al campo sólo llegue ese discurso? El ecologismo defiende la biodiversidad, el ecosistema y eso es defender el planeta pensando no sólo en presente, sino en futuro.

Vivir en el campo es muy duro, no es la imagen idílica que se lleva el turista, eso lo saben bien las que les tocó trabajar sin maquinaria, ir a llevar las vacas caminando, subir a las brañas a pie, bajar a la capital con una gran nevada en caballo o caminando.

Sí, ahora no se vive así, pero tampoco muchos de los que creen que todo se les tiene que dar hecho, esos tampoco vivieron así.

A veces, leyendo la prensa, parece que defendemos la ley de sálvese quien pueda y mientras se pueda.

La mejora tecnológica debemos acompañarla de la mejora social. Y esa mejora social tiene que pasar por un cambio de esta cultura individualista y consumista, que es además cortoplacista. Trabajar por lo común, entender la necesidad de mirar al largo plazo, trabajar  cooperativamente, son cosas que están muy cerca de nuestra cultura ancestral y que debemos resucitar y trabajar.

Para ello debemos incidir en una educación integradora y que eduque en el diálogo. Y también debemos fomentarlo desde los medios de comunicación y desde la política.

Yo apuesto por la vuelta al campo, a vivir de lo que se produce, con buenos servicios para que la gente joven pueda quedar en los pueblos.

La vida en el mundo rural no puede construirse sobre sacrificios heroicos, debemos trabajar para que los servicios básicos, desde la sanidad, la educación, al acceso a interner sean equivalentes a los urbanos.

Quiero que la gente que elija ese medio para vivir tenga facilidades para poder vivir así. No pueden ser víctimas de nada, sino ser un trabajador más, con los mismos derechos que cualquier trabajador y las mismas responsabilidades.

Incluso diría que con ayudas (sin daños, incluso) por mantener la fauna que tanto nos gusta a alguno y tan poco a otros.

Sí, hay que volver a repoblar los pueblos, con gente   que se sientan orgullosa de vivir y defender el mundo donde han elegido desarrollarse como personas.

Y ese mundo no es de asfalto, de zoos, de plásticos, no, ese mundo es de naturaleza, de paisaje, paisanaje, fauna y flora.

El mundo, el, planeta es de todas las personas, ¿tan difícil es de entender que nadie es su dueño aunque seamos quienes lo explotamos?

Mucho nos queda que aprender de nuestros antepasados.