El menosprecio del conflicto social

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

18 jun 2016 . Actualizado a las 11:44 h.

Ignoro si los diagnósticos sindicales tienen y deben tener alguna credibilidad en este país. Pero, a pesar de todos sus fallos, sus defectos y sus cuentas sin justificar, tienen una ventaja sobre las demás organizaciones sociales y políticas: pulsan directamente la opinión del mundo del trabajo. Hay que reconocerles, por tanto, algún conocimiento y no despreciar sus criterios, por incómodos que resulten para los poderes político y económico. El informe que sus dos líderes, Fernández Toxo y Pepe Álvarez, acaban de hacer en la Universidad Menéndez Pelayo ha sido como una pedrada en el estanque de la campaña electoral porque anunciaron un «conflicto social de gran calado» como consecuencia de la decepción producida por el cambio económico: desigualdades crecientes, salarios que no satisfacen necesidades mínimas, paro, empobrecimiento? todo lo que está publicado en los informes de Cáritas y de otras organizaciones humanitarias y que apenas aparece en el debate político.

Lo más intrigante para el análisis es la discrepancia en la percepción de esa supuesta realidad. Si alguien le habla al señor Rajoy, como se le habló en el último debate y con datos del Instituto Nacional de Estadística, de la España situada en el umbral de la pobreza y de otras miserias nacionales, el presidente despacha la descripción con el menosprecio de decir que procede de gentes que solo ven lo malo y se niegan a contemplar lo más positivo, debido, naturalmente, a su gestión en el Gobierno. Hay, al parecer, una España alegre y otra España triste que se recrea en sus propias desgracias. De esa politización se desprenden al final los diagnósticos erróneos y, en consecuencia, la falta de soluciones.

Digamos ante ello que aquí no se trata de dilucidar el grado de optimismo o de tristeza de los observadores. Tampoco se trata de defender ni de atacar al Gobierno por la realidad social, porque ni todo lo malo es culpa suya ni todo lo bueno se debe a sus grandes méritos de gobernante. Se trata de saber, simple y honradamente, si este país está al borde del conflicto porque la política no puede ser la misma si solo se pretende mejorar las cifras de la gran economía (que son buenas) o se pretende que nadie quede excluido de la recuperación. No es lo mismo gobernar para una sociedad de clase media dominante que para una sociedad que en pocos años ha expulsado de esa clase media a tres millones de ciudadanos. Y no es igual celebrar unas elecciones en un clima de bonanza que de malestar ciudadano. Quizá eso explique por qué el Partido Popular aparece estancado en las últimas encuestas y por qué Podemos y asociados crecen y han dado el sorpasso. Ese puede ser el primer asomo del conflicto social.