Oigo, patria, tu aflicción

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

18 jun 2016 . Actualizado a las 11:44 h.

Y escucho el triste concierto? y titulo este artículo emulando la vieja oda al 2 de mayo de Bernardo López, tras el debate formado por cuatro soliloquios que reunió a los aspirantes a presidir el Gobierno de España. Los monologuistas anunciaban un futuro tan utópico como ucrónico en donde no existió memoria económica alguna de la Arcadia prometida. Y quien esto escribe se manifiesta completamente de acuerdo con el análisis de Javier Marías que describe a quien admira Podemos, que ensalza, vía Pablo Iglesias, a figuras notables del pensamiento político, de Maquiavelo a Gramsci, deteniéndose especialmente en su «maestro» Julio Anguita, una de las figuras más prepotentes, mas iluminadas y megalómanas, solo comparable con Aznar, de la transición.

El líder de Podemos es un modelo del síndrome de Frégoli, aquel transformista italiano de principios del pasado siglo que fue muy popular en España. Su adecuación ideológica camaleónica lo llevó del comunismo pos-Althuser a un cierto transversalismo socialdemócrata que es un insulto para quienes estamos adscritos a esa escuela de pensamiento. No hemos alejado en el posdebate el fantasma de los terceros comicios que vuelve a rondar por mentideros más o menos bien informados. Rajoy sigue, impasible el ademán, sosteniendo su tesis, por haber sido su formación la ganadora de los pasados comicios. Sánchez, con una dialéctica bien estructurada, hablando en presidente de una investidura frustrada, se escucha a sí mismo como si de un ventrílocuo se tratara. El joven Rivera zascandilea de un lado para otro comportándose con un inquietante respeto hacia el responsable socialista, como si un leve temor y la memoria del último pacto de marzo le atenazara sus argumentos. Y qué decir del profesor Iglesias, que entre sus referentes Zizek o Ernesto Laclau, entre el peronismo populista y el bolivarismo posibilista, ha optado por el método teatral de Stanislavski representando el papel protagonista en el teatrillo electoral.

Pobre España, una vez más, otra vez, tropezando en la misma piedra, insistiendo en reiteraciones viejunas, jugando al casposo juego de las ocurrencias, incapaz de diseñar una alternativa en la que quepamos todos y que convoque ilusiones donde solo hay desesperanzas.

Y sucede en el corazón tambaleante de una nueva crisis anunciada, con un crecimiento difuso de la economía mundial, con bamboleos suficientemente serios de la economía china, con la amenaza cierta de un inminente sí al brexit que vuelva a incrementar la distancia entre la Europa noqueada de la Unión y Gran Bretaña. Con una oleada de movimientos xenófobos y de derecha extrema en las naciones de nuestro entorno lleno de temores acechantes. Y mientras tanto, nosotros, desde el sur de Europa, intentando una vez más cuadrar el círculo, que, como siempre, no consigue ser virtuoso y estamos condenados a que vuelva a ser vicioso. Entienden ahora el porqué del título.