19 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo primero, felicitar a las personas que se encuentran entre el 94% de aprobados de la primera «tanda» y lo segundo animar a las que se presentan próximamente. Y ahora, hablemos de ese examen que se realiza en todo nuestro territorio que lleva decidiendo el futuro de muchos de nuestros/as jóvenes. Un examen que, reflexionando en profundidad sobre el mismo, se trata de una prueba que permite, en cierta manera, arreglar los desajustes entre las notas que obtiene el alumnado en los diferentes centros educativos en su último curso de bachillerato. Con ello se permite una competencia mucho más justa a la hora de entrar en su carrera y Facultad de preferencia.

Que la PAU está mal diseñada. Puede. Pero que cargarse la misma sólo beneficia a aquellos centros que «manipulan» al alza las notas de sus alumnos, también.

Hace unos pocos años el gobierno cambió la ponderación para dar más poder a la nota de bachillerato que a la del examen de PAU, siendo la misma de un 60-40. Con ello, supuestamente, se trataba de compensar el valor de las calificaciones obtenidas a lo largo de un curso escolar frente a un examen de duración tan corta como era el de PAU. Una medida a la cual, en un primer momento, no se le supo ver ningún tipo de trasfondo.

Pero lo anterior genera un problema. Permite que el  alumnado de centros donde se inflen dichas notas (y nadie con un poco de sentido común y observando las desviaciones entre las notas de bachillerato de determinados centros y la nota de PAU me lo puede negar) tengan un poco más de privilegios por verse su nota de acceso a la Universidad ligeramente incrementada por dicha práctica.

Podemos tolerar esa diferencia de calificaciones porque el 40% de la PAU aún sigue siendo decisivo para que los/as alumnos/as, puedan en igualdad de condiciones, acceder a la carrera que ellos desean por méritos propios.

Pero, ¿qué pretende el gobierno con la eliminación de la PAU?

Si desconocemos el funcionamiento interno del sistema, se podría llegar a suponer que dicha eliminación y el planteamiento de una «reválida externa» al acabar el bachillerato pueda ser mucho más justa. Tan sólo una cuestión. ¿Quién pasa a los/as alumnos/as esos exámenes externos y pasa los resultados a unas tablas que se enviarán posteriormente a la Consejería de turno? ¿Quién es, finalmente, quien puede manipular esos resultados? ¿Qué fiabilidad nos puede dar que no haya, como ocurre en la PAU, evaluadores externos que evalúen al alumnado y que no pertenecen a su centro educativo? ¿Qué impide a un centro educativo falsificar, subiendo, las notas de sus alumnos, cuando no hay ningún tipo de prueba que cuestione los resultados que ellos pongan?

Seguro que alguno me dirá que, con el nuevo modelo que pretende el gobierno actual, después serán las Universidades quienes pondrán sus propios exámenes personalizados de acceso. ¿Y si no lo hacen? ¿Y si se convierte en la vía falsa para que todos/as los alumnos/as de aquellos centros que suben las notas de bachillerato indiscriminadamente entren en la carrera preferida saltándose los principios de justa competencia?

No hemos de olvidar que en nuestro país existen dos vías educativas. Bueno, tres. La pública, la concertada y la privada. ¿Cómo es que uno puede estudiar medicina de forma muy fácil en la Universidad privada tan sólo aprobando la PAU? ¿Por qué en la pública exigen unas medias que, traducidas al formato antiguo para que uno pueda entenderlo, de más de un ocho y medio en la mayoría de facultades (un 12 y pico con los nuevos valores)? ¿Por qué hay facultades privadas que sólo exigen aprobar la PAU (y algunas veces ni eso) para que puedan entrar los/as alumnos/as en esas carreras de acceso imposible excepto por los estudiantes más brillantes? ¿Por qué alguien con dinero puede matricular a sus hijos/as en centros donde se regalan las calificaciones (o se suben las notas) para posteriormente entrar en unas Universidades que regalan títulos? ¿Por qué un título de esas Universidades vale lo mismo (a efectos legales) que la de una pública, donde la exigencia y libre concurrencia para acceder a esa carrera hace que el acceso se de en condiciones de mérito y capacidad? Por tanto, ¿a quién va a beneficiar que el acceso no se filtre por una prueba de PAU? A los que tienen dinero para pagar esos centros donde se suben indiscriminadamente las calificaciones para no perder clientes. Como siempre.

Cansada de que vendan medidas y reformas educativas como lo que no son. En este caso, la eliminación de la PAU, tan sólo conducirá a que si se paga lo suficiente en el centro educativo donde curse bachillerato, pueda acceder de manera injusta (por no haber ningún tipo de filtro) a la Universidad de su elección. ¿Será que sólo las personas pudientes tienen derecho a que sus hijos e hijas estudien una carrera universitaria?

Hay mucho oculto detrás de la eliminación de la PAU. Una prueba que, siendo mejorable, es el único sistema que garantiza igualdad de oportunidades con independencia del poder económico de las familias de los/as futuros/as universitarios/as.