Pedro Sánchez, desbordado

Mario Bango
Mario Bango REDACCIÓN

OPINIÓN

Jero Morales

Heredero de un partido maltrecho e irreconocible, rema a contracorriente sin destino

23 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera en el lugar de Pedro Sánchez estaría redactando a estas horas su carta de dimisión y preparando un breve discurso de despedida. Las encuestas no pueden ser más demoledoras y, si aciertan, van a truncar el esforzado transitar de uno de esos pocos dirigentes que llegaron a la cima sin el consabido entrenamiento previo en la estructura de poder del partido, eso que los medios llaman el aparato.

En cualquier caso a Pedro Sánchez se le iba a recordar por haber tocado fondo con el PSOE. Pero probablemente sus sucesores sean capaces de empeorar los resultados. Este heredero de un partido maltrecho e irreconocible cuya fuga de adeptos es tan grande que ya no saben si ponerle remedio por la izquierda o por la derecha, rema a contracorriente sin destino. Hoy no se sabe muy bien donde está, ni que defiende, pero lo que viene después pudiera ser aún peor.

Sánchez madrileño, un hombre de su tiempo, europeísta, abierto, se ha encontrado con la sociedad más dividida y encanallada desde la muerte de Franco. El socialismo de Felipe González sirvió para cerrar la brecha del pasado y dar un paso adelante enorme: la España pobre y aislada se convertía, por primera vez, en un país homologable con Europa. Las generaciones que surgieron después de la transición son las primeras que saben lo que es un estado de bienestar con casi todos los servicios sociales cubiertos. Los españoles se convirtieron al fervor comunitario con la misma intensidad con la que González transitaba por Bruselas en compañía de Helmut Khöl, François Mitterrand y Jacques Delors.

A Pedro Sánchez y a su generación les parece normal lo que para sus mayores era una novedad extraordinaria: tener peso en la Europa unida, participar democráticamente, ver crecer y mejorar social y económicamente a su país. Parecía que la felicidad iba a durar para siempre mientras los edificios asomaban y crecían por todas las esquinas de las zonas urbanas. España iba bien que diría Aznar.

Hasta que Zapatero, aquel que dijo nada más llegar a La Moncloa que gobernar era fácil, según testimonio recogido por Juan José Millás, no se enteró de la crisis ni con la ayuda de Pedro Solbes, que de economía controlaba. Con los socialistas en el poder comenzó el hundimiento y desde entonces ni España, ni Europa -sobre todo la del sur- levantan cabeza. Los españoles tienen memoria. Sánchez no ha gobernado nada antes y para aspirantes aficionados hay mejores puestos antes de llegar a presidente.

Los socialistas no pueden levantar la losa de los recortes que aplicaron en su día por instrucciones severas llegadas desde Bruselas con el déficit disparado y la prima de riesgo por las nubes y desde entonces han abierto un enorme hueco a su izquierda que ocupa ¡Pablo Iglesias! Curiosidades de la vida.

Pedro Sánchez hace esfuerzos pero no tiene consistencia. Le falta orientación y navega entre la exigencia de sus barones gobernantes y la deriva a la izquierda de su militancia, harta del gobierno más incumplidor de la democracia. Un PSOE débil, incapaz de soltarse, sin ideas nuevas y sin más motivación que gobernar por turno, como en la alternancia de la restauración borbónica entre Cánovas del Castillo y Sagasta.

Y aunque el pundonor le llevó a aceptar el encargo del Rey para intentar formar un gobierno, entre la apatía de Rajoy y la beligerancia de Iglesias, pactado con Ciudadanos, nadie parece haberle reconocido el esfuerzo. Una operación sin recorrido y sin réditos. Los jóvenes, los urbanitas y los mejor formados ya no alientan al socialismo y el descalabro en territorios tan importantes como Cataluña, Valencia, Madrid o el País Vasco son un lastre insuperable.

Eso sin contar los casos de corrupción que torpedean cualquier intento de sumar por ese lado frente a los escándalos que rodean al PP. Pero es que ni siquiera el férreo dirigente minero José Angel Fernández Villa puede aportar nada ya. La solidaridad con les cuenques era, en realidad, un estribillo para ayudarse a sí mismo por si, como va a ocurrir, terminan por cerrar todos los pozos y se acaba la liturgia del victivismo. Este es parte del cuadro del viejo socialismo que Sánchez no ha podido despejar.

Pero, en fin, tozudo, empuja solo, entre el desencanto de su militancia y la mirada caritativa de los dirigentes que terminarán por ahogarlo si antes no hace mutis por el foro. No parece probable que pueda culminar su obra, pero si lo hace tendremos un presidente más cercano a la realidad de los últimos tiempos. Un chico sobradamente preparado que, en contra de lo que ocurre habitualmente en España, podía a lograr un empleo acorde con su capacidad y conocimientos. O eso al menos creía él, pero esa opinión no es compartida por la mayor parte de los españoles.