Formaba con el ministro Wert la pareja de mamporreros del Gobierno. Pero hace un año que Fernández Díaz se quedó solo como ministro pirómano. Un ejemplo de político sin sentido de la medida que ha hecho de su departamento un cortijo. Un ministro que ha ido de cruzado condecorando vírgenes como si siguiéramos en la Edad Media. Y de ese espíritu vino la ley mordaza. Un ministro que lo mismo pone en riesgo operaciones policiales al anticiparlas para colgarse la medalla que se entrevista en su despacho con un acusado por la justicia e investigado de alta alcurnia como su viejo compañero Rodrigo Rato. Parecía difícil ir más lejos en la apropiación de las instituciones para usos partidistas. Pero Fernández Díaz siempre es capaz de un milagro más. Porque lo que revelan las grabaciones es el total sometimiento del ministerio a los intereses de un partido y la utilización de los cuerpos policiales para atacar a otras fuerzas políticas. Claro que la filtración de la conversación tiene intereses electorales. Y eso es grave, pero no lo peor. Lo más grave es un ministro que ha corrompido su departamento, que conspira contra los partidos y que, en el colmo de la ineptitud, ha dejado que le graben en su despacho. Razones para dimitir y renunciar como candidato.