Bye, bye, british!

Xabel Vegas
Xabel Vegas REDACCIÓN

OPINIÓN

25 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras escribo estas líneas se está produciendo el recuento del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Los primeros datos indican una victoria del Brexit con un millón de votos de diferencia y, si finalmente se confirma el resultado, la construcción europea estará viviendo el que sin duda es su peor momento desde que se creara, allá por 1951, la Comunidad Económica del Carbón y el Acero.

Si el Reino Unido acaba yéndose de la Unión, será un auténtico mazazo para todos los que creemos en una Europa unida. Pero también será una oportunidad. Hasta ahora, el principal freno a la integración europea ha venido casi siempre de Londres, que ha hecho lo imposible por rebajar las pretensiones de sus socios europeos de caminar hacia una unión más supranacional y menos interestatal. Por contentar a los inquilinos del número 10 de Downing Street, los países más europeístas han tenido que rebajar sus expectativas en el terreno de la integración. De confirmarse la salida del Reino Unido, la UE puede encontrarse con el camino expedito para avanzar en la construcción de una unión política, en la Política Exterior y de Seguridad Común y en otros tantos ámbitos que han sido vetados por nuestros socios británicos.

 A pesar de la creencia popular, el gran problema de la Unión Europea, aquel que ha provocado una desastrosa gestión de la crisis económica, no ha sido la cesión excesiva de soberanía de los Estados a las instituciones comunitarias. Más bien todo lo contrario: debería haberse cedido más soberanía para potenciar las instituciones supranacionales como la Comisión y la Eurocámara frente a un todopoderoso Consejo en el que han primado los intereses nacionales a los del conjunto de la Unión, liderado además por una Alemania que ha agravado las desigualdades dentro de la UE y ha impedido cualquier mecanismo de solidaridad interterritorial.

El resultado del referéndum británico debería hacernos reflexionar, a este lado del Canal de la Mancha, sobre la necesidad de avanzar en la construcción de una verdadera identidad europea, compatible con las identidades de los diferentes Estados-nación pero capaz de trascender a estas. Se trata de una tarea a largo plazo y de difícil plasmación en una sociedad europea donde conviven decenas de culturas, de lenguas, de tradiciones? Pero precisamente debería ser la convivencia dentro de la diferencia y la defensa de unos valores comunes la base sólida de una identidad europeísta capaz de conjurar los fantasmas de la división en el continente que tanto dolor causó durante el pasado siglo.

La imposición de políticas de ultraausteridad y la vergonzosa gestión del drama de los refugiados han dañado gravemente la imagen de la Unión Europea. Pero ambas decisiones han sido tomadas por los gobiernos de los Estados miembros a través del Consejo y no por las instituciones netamente europeas. Quizás ahora, con el Reino Unido fuera de la Unión, podamos avanzar en la construcción de una UE que sea una verdadera comunidad de ciudadanos, con sus respectivos derechos políticos y sociales, y no simplemente una asociación de Estados.  Pero para ello es necesario legitimar democráticamente a las instituciones europeas para que los ciudadanos las sintamos como propias. Mientras tanto, sólo nos queda decir? bye, bye, british!