Good bye, Lenin!

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

28 jun 2016 . Actualizado a las 08:53 h.

Berlín oriental. Ella ha abierto los ojos después de pasar varios años en coma. El Muro ha caído. Pero esta pobre mujer todavía cree que está vigente el régimen de la República Democrática Alemana. Su delicada salud no permite sobresaltos. Para no disgustarla, su hijo finge que todo sigue igual. Pero, mientras él habla y sonríe, al fondo, en una ventana, se dibuja una estampa curiosa. Varios obreros están colgando en un edificio vecino una pancarta roja gigantesca con una palabra sobreimpresa en blanco. Coca Cola. Naíf, pero entrañable. La escena de la película Good bye, Lenin! es de esas que siempre consiguen arrancar la sonrisa. Una situación parecida le habrá sucedido a Otegi al salir de prisión. Resulta que en el País Vasco gana Podemos, Bildu solo consigue dos escaños en las elecciones generales, Cataluña es la comunidad que más empuja por la independencia y España hace meses que tiene un Gobierno en funciones, porque los partidos se han puesto ingobernables. Salvo esto último, el resto son todo disgustos para Otegi. No es difícil imaginarse a un grupo de secuaces montando un acto falso en el velódromo de Anoeta para celebrar una victoria de pega. Son estos despertares que regala de vez en cuando la realidad. Realidad que ni siquiera es cruda, como en otros casos. Solamente al punto. Las resacas más memorables no llegan precisamente por las turbulencias del alcohol. Lo acaba de comprobar empíricamente Pablo Iglesias. Y eso que él también fue cambiando a su gusto la decoración del escenario. Podemos quería los votantes de Izquierda Unida, pero sin hoces ni martillos, que se asusta el resto del electorado. Mejor colgarse una etiqueta de socialdemócrata. No es nuevo este espíritu camaleónico. Se le pusieron velas a Syriza cuando el partido griego se presentaba como la versión política de la Virgen de los Desamparados. Y abrazó la causa europea cuando los españoles notaban bajo sus pies las réplicas del terremoto del brexit. Queda por ver si ahora Iglesias dirá Good bye, Lenin! después de su Buenos días, tristeza.