Sella, mucho más que un río

OPINIÓN

04 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Decir Sella hablando de ríos es como decir Bach en música clásica o Maradona en fútbol. Y es que el Sella es mucho más que un río. Su recorrido conceptual, profundamente incardinado en la memoria colectiva dentro y fuera de las fronteras astures, va más allá de la emoción paisajística, del reto deportivo, de la referencia medioambiental o de los ecos lúdico-festivos.

El Sella es una conjunción que fluye entre la magia y el cosmos. Nunca un río de su envergadura estuvo tan próximo al corazón de uno de los macizos calizos más importantes del planeta como son los Picos de Europa. Nunca un río así estuvo tan cercano a una referencia legendaria, espiritual e histórica como Covadonga. Nunca un río así estuvo tan vinculado al Camino de Santiago.

Ha vivido episodios bélicos y a todos ha sobrevivido, aunque perdiendo algunos de sus puentes y arquitecturas más amadas. Ha sido y sigue siendo uno de los grandes ríos salmoneros del sur de Europa, y ha sido cuna de grandes maestros de la pesca fluvial? Así que este caudal ha fluido desde siempre entre miles de historias, inventos, y recuerdos.

Nunca un río europeo fue el origen y protagonista de una fiesta y una prueba deportiva tan arraigada como Las Piraguas. Desde hace casi un siglo el Sella es la meca deportiva y lúdica de miles y miles de piragüistas de todo el mundo, que tienen en su Descenso una cita ineludible y a la que siempre desean regresar. Y es que el Sella es adictivo. Si te atreves a mirarlo, y por supuesto a navegarlo jamás lo olvidas, te quedas eternamente seducido.

El Sella es junto a los Picos de Europa y los quesos artesanales de la comarca oriental, una gran factoría de emociones, y un generador de identidad y dividendos, que hacen de este territorio una de las grandes referencias geográficas y culturales europeas.

Fue precisamente en el entorno de los Picos de Europa donde se gestaron a principios del siglo XX las grandes expediciones de montaña de la Península Ibérica. La conquista del Picu Urriellu - la última gran cumbre europea inexpugnable hasta entonces - en 1904, y la invención de la Fiesta de las Piraguas en las aguas del Piloña-Sella en los años 30 del siglo XX son dos hitos que abrieron la puerta a mucho más: Al alpinismo y los expedicionarios españoles, a la ciencia y a la investigación, al piragüismo español, o a la creación del primer parque nacional en España.

Fue así como Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, y Dionisio de la Huerta Casagrán marcaron con sus ideas y sus acciones un antes y un después en la historia española, y por supuesto asturiana. Movieron un mundo de posibilidades que nos ha llegado hasta hoy, y con una inmensa proyección de futuro. Y por supuesto precursores y pioneros no solo de las expediciones deportivas, sino de la que sería la primera industria del siglo XX  y XXI: el ocio y el turismo.

Gracias a aquel primer gran adicto conocido al Sella, Dionisio de la Huerta, este río es hoy una escuela de ocio y deportes fluviales en plena naturaleza, desde su curso alto hasta su desembocadura, y especialmente desde que hace veinticinco años comenzasen a comercializarse los descensos turístico-fluviales.

Definitivamente el Sella parece estar tocado por la mano de los dioses del Olimpo. Este 2016 el Descenso del Sella cumple 80 años, y de nuevo se da una curiosa conjunción: por primera vez esta prueba estará gestionada por un deportista y expedicionario que ha nacido casi a la misma orilla del Sella, y que ha sido vencedor de Las Piraguas.

Juan Manuel Feliz podría constituir una terna con Pedro Pidal y Dionisio de la Huerta. Su biografía nos transporta al mundo de los expedicionarios pioneros de siglos pretéritos, y nos crea la ilusión de que este Humboldt astur pueda conducir al Sella por el mejor de los cauces: el de la identidad, la autenticidad y la innovación.