El dilema del PSOE

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

07 jul 2016 . Actualizado a las 07:52 h.

El PSOE se halla ante un dilema crucial: facilitar la investidura de Mariano Rajoy o romper la baraja y provocar unas terceras elecciones en menos de un año. Si opta por lo primero, vivirá con ese estigma durante toda la legislatura y Podemos le comerá las papas en un santiamén, al exhibirse como la única y genuina oposición. Si opta por lo segundo, es posible que los ciudadanos lo culpen del bloqueo y lo reduzcan a la insignificancia. Salvo milagro, parece que a los socialistas solo les queda elegir la forma del suicidio.

Colocado en esta disyuntiva y debilitado por sus querellas intestinas, el PSOE solo hallaría cierto alivio de producirse dos hechos altamente improbables: que el PP forme Gobierno con el apoyo de otros grupos de la derecha y que los socialistas sean capaces de liderar la oposición y recuperar su papel de alternativa. Pero Mariano Rajoy, reforzado por los últimos resultados electorales, no está por la labor. Él busca el plácet de los socialistas, y no precisamente en aras del interés común, como pretenden sus muchos apologistas, sino únicamente por interés personal y de partido. ¿Conviene acaso al interés de España que el PSOE muera dulcemente en brazos del PP y que Unidos Podemos se convierta, para siempre jamás, en la única alternativa de izquierdas a un Gobierno conservador? ¿Como en Grecia, donde la gran coalición entre Nueva Democracia y Pasok hizo polvo a los socialistas helenos y abrió las puertas a la victoria de Syriza? Quizá sí, pero esa pregunta debería contestarla el presidente Rajoy.

Desde la victoria de Zapatero en el 2008, el PSOE perdió casi seis millones de votos, más de la mitad de los apoyos con que contaba al inicio de la crisis. No supo o no pudo ofrecer un gramo de esperanza a los damnificados de la recesión -millones de parados, cientos de miles de desahuciados...- y estos buscaron cobijo a su izquierda. El PSOE no solo se arrimó a la derecha: inauguró las políticas -congelación de pensiones y salarios públicos, primera reforma laboral, artículo 135 de la Constitución...- que el PP desarrollaría a continuación y sin complejos. Curiosamente, tal vez porque nadie escarmienta en cabeza ajena, Unidos Podemos cometió un error similar en las pasadas elecciones: se enfundó la piel de cordero, se dedicó a piropear al PSOE y un millón de sus votantes le dieron la espalda.

Cauterizar la incesante hemorragia del PSOE requiere, previamente, realizar un diagnóstico fiable de su dolencia. Saber qué quiere ser de mayor para que los ciudadanos le alarguen la vida: ¿un apéndice de la derecha, seducido por los cantos de sirena que lo atraen hacia el precipicio, o el partido de referencia cuando se produce la alternancia y la izquierda gana las elecciones? Si lo segundo, que Rajoy busque los apoyos en su ribera, como alguna vez hicieron todos los presidentes que le precedieron. Y si no los encuentra, que hable otra vez el pueblo. Aunque ya estén hartos por el vacío de poder y la duración del cónclave, la fumata blanca la deciden los ciudadanos.