Burocracia e irresponsabilidad

OPINIÓN

06 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Permítanme que el artículo de hoy lo dedique a contarles un episodio que me ocurrió hace apenas algunas semanas. Yo estaba trabajando en un conocido evento del verano xixones cuando uno de mis compañeros presenció una agresión de un chico a su pareja. Inmediatamente pusimos en conocimiento de la policía los hechos, señalándoles al agresor, que en aquel momento salía del recinto con su novia. Varios funcionarios de policía no uniformados pararon a la pareja y le pidieron la documentación al chico. Como es natural, separaron unos cuantos metros a ambos para poder preguntarle a la chica por lo sucedido sin que su novio pudiese intervenir en su relato. Ella negó cualquier agresión y dijo que tan solo habían discutido. Nosotros, por el contrario, sabíamos que eso no era cierto y así informamos a los agentes de policía.

Tras hablar algunos minutos con la pareja, los policías les dejaron ir. La chica negaba la agresión, decían, con lo cual ellos no podían hacer nada. De poco sirvió que los delitos de malos tratos puedan -y deban, diría yo- ser denunciados de oficio. Los mismos funcionarios que se muestran tremendamente diligentes cuando se trata de intervenir una piedra de hachís a un grupo de adolescentes, en este caso dejaron pasar un suceso tremendamente grave sin tomar medida alguna.

A la mañana siguiente decidí personarme en la comisaría de Policía Nacional de El Natahoyo para interponer una denuncia. Allí un funcionario me indicó que tendría que esperar al menos dos horas. Como tenía que entrar a trabajar, le pregunté si podía poner la denuncia al día siguiente en la Comisaría de El Coto, a lo que el agente me respondió que sí. De manera que, 24 horas más tarde, me presenté en dicha comisaría. Pero tras contar lo sucedido, una agente me remitió al Servicio de Atención a la Familia de la Policía Judicial, con sede en la Comisaría de El Natahoyo en la que ya había estado el día anterior. E inmediatamente me presenté allí de nuevo. En esa ocasión me volvieron a indicar que no me podrían atender hasta varias horas más tarde.

Cualquier ciudadano, llegados a ese punto, lo hubiera dejado pasar. No parece muy razonable que denunciar un delito tan grave del que no eres víctima resulte tan complicado. Pero como soy muy tozudo, esperé y volví a la hora indicada. Un agente del SAF me llevó a su despacho y le conté brevemente lo sucedido. Me preguntó si tras los hechos había intervenido algún agente de policía y, al responder afirmativamente, el funcionario buscó en su ordenador los atestados de aquella noche. Tal y como me temía, los agentes que pararon a la pareja no interpusieron denuncia alguna y ni siquiera dejaron constancia de lo ocurrido. Los datos del agresor, por tanto, eran desconocidos, a pesar de que la policía tuvo oportunidad de identificarlo y quedarse con su filiación.

Mi periplo de comisaría en comisaría terminó con el agente del SAF diciéndome que no podía interponer denuncia alguna porque no había manera de identificar al agresor. Pero es que esa labor de identificación le correspondía a los funcionarios a los que mis compañeros y yo informamos in situ de los hechos. Y de manera inexplicable y tremendamente irresponsable, permitieron que un agresor machista se fuese a su casa con su pareja. Quienes tienen el encargo de proteger la integridad física de los ciudadanos, dejaron en esta ocasión que una chica víctima de violencia de género se viese desprotegida ante un suceso que bien podría ser la punta del iceberg de una historia continuada de malos tratos en la pareja.

La ineptitud de unos agentes de policía y una burocracia estúpida que dificulta enormemente que un ciudadano denuncie un caso de malos tratos que ha presenciado, pueden tener consecuencias terribles. Desconocemos la situación que sufre aquella chica en el ámbito de su relación de pareja pero mucho me temo que lo que presenciamos mis compañeros y yo no sea un hecho aislado. Y quien sabe cómo podría acabar. En el peor de los casos, engrosando una triste estadística de mujeres asesinadas a manos de sus parejas que cada año nos avergüenza como país.

Me consta que hay muchos agentes de policía que tratan los temas relacionados con la violencia machista con una sensibilidad y una delicadeza encomiables. Pero desgraciadamente ese no fue el caso que yo me encontré este año en una conocida fiesta del verano xixones. Los mismos policías que se muestran implacables con delitos de menor entidad, fueron en este caso responsables de que un agresor machista se fuera de rositas. Alguien debería tomar nota para que algo así no vuelva a suceder. Jamás.