Le llaman Lobo

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

07 ago 2016 . Actualizado a las 09:09 h.

Esta semana ha saltado una polémica en los medios de comunicación que merece un apunte. Se trata de una joven pareja de Madrid que quería ponerle a su hijo de nombre Lobo. Tras pleitear con el registro y sumar firmas en la red, por fin lo consiguieron; los motivos que aducen en su empeño son el amor hacia ese animal y el hecho de que resulte un nombre exclusivo y con carácter. Visto así parece algo inocuo, pero a veces no lo es tanto.

Esencialmente el nombre posee tres funciones: identificación, filiación y proyecto (de los padres, no del receptor del nombre). El nombre es un elemento fundamental de la personalidad de quien lo recibe, pero no siempre se vuelve propio, ya que proviene del deseo de otros y puede volverse impropio para el sujeto que lo recibe; de ahí el empeño de muchos en cambiarse el nombre de pila por otro con el que se sienten más identificados.

El nombre es lo que antecede al sujeto y lo que le ayuda a identificarse como un ser singular separado de sus padres. Los niños responden antes a su nombre que a la capacidad para decir «yo».

Cuando un niño nace no es una tabula rasa, hay un pre-texto que le antecede escrito por los deseos y fantasías -lo sepan o no- de los padres, sobre el cual tendrá que escribir su propia narrativa hasta conseguir hacer del nombre propio su propio nombre.

No es lo mismo portar el nombre de una abuela loca que de una abuela ilustre. Tanto una razón como otra pueden tener efectos determinantes en la vida del nombrado que, bajo esa pre-historia, tendrá que escribir la suya propia.

Cuenta Salvador Dalí que el hecho de llevar el nombre de su hermano muerto fue lo que determinó su vida hasta conseguir ser un ser inmortal como su obra.

El nombre propio está cargado de significación no solo para quien lo porta sino también para el grupo que lo identifica con él.

Habitualmente, los nombres significan un linaje -un deseo de permanencia-, una fantasía simbólica de los padres o una advocación al santo de turno; últimamente esta carga simbólica ancestral para el sujeto y el grupo se ha ido diluyendo y así han comenzado a aparecer nombres tan insólitos como Kevin Costner de Jesús, Lady Di, Maradona... que no dotan al niño de nada más que no sea una admiración efímera de los padres por un ídolo de temporada que al niño le traerá al pairo.

Le llaman Lobo. Será un niño lobo, tendrá que tener un carácter feroz, ser bello, fuerte y a partir de ahí construir su propia historia.

Lo tiene crudo.