Mujer, ¡viólate!

OPINIÓN

21 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La mujer está jodida. Jodida por el hombre. Jodida por todas partes, y en todo momento y lugar. Acabamos de saber por el Ministerio del Interior que, desde 2008, año en que se han empezado a elaborar las estadísticas, cerca de mil cuatrocientas mujeres al año han sido jodidamente violadas en este país. O sea, que han sido jodidas, muy probablemente, seis mil mujeres, u ocho mil, si no más, que la denuncia de un forzamiento propende a ser esquivada porque va asociada a la vergüenza y a la activación de la cruelmente memorizada conciencia de culpabilidad; y de sumarse las violaciones en el lecho conyugal, la cifra induciría al espanto. Y ¿cuántas por intento, por tocamiento, por palabra? ¿Diez veces diez de cien? Apostaría que mi yerro pasaría inadvertido. Pero de manera grave, vejatoria, tres de cada cinco no es porcentaje largo.

El capitalismo se extiende a la hembra, que la esculpe, y luego hace negocio con ella cuan puta del tres al cuarto, alquilándola a los machos cabríos, a los cabrones que se multiplican por el Mundo y que prenden fuego al respeto y usan los rescoldos del entendimiento para planificar la mejor estrategia de acoso e invasión. Invadir es penetrar con la polla la vagina que dice ser suya antes de la toma, tan suya como su polla. El capitalismo entiende de amontonamiento de capital, ya en metálico, ya en bienes, ya en sentimientos, ya en carnes. Carne, dice el capital, es la mujer, carne curva que anuncia vulva. Así de sencillo, no así de animal. El animal macho respeta a la pareja. El animal hombre, no. Él es el verdadero animal. El único.

Pero la vulva y las curvas que la velan son suyas, de ella. Una persona es una persona, con o sin vulva. La Idea de Persona sobrevuela las diferencias sexuales, y las raciales, y las culturales. De lo contrario, la persona deja de ser persona y revierte en el único tipo que se pueda hallar en la Naturaleza: el criminal. La violencia que se ejerce sobre la mujer es un crimen. La violencia mal llamada de “género”, la que recoge los asesinatos o intento de asesinatos, tiene que contemplar esta otra violencia, la de la violación, la de la agresión, la del verbo soez que humilla.

¿Cómo revertir el comportamiento del macho cabrío? ¿Con educación? Sí pero no. La educación de los chicos en la familia, o es inexistente, o es machista. En las escuelas e institutos, o es insuficiente, o es reída por los receptores, que es lo que mayoritariamente ocurre. Porque la educación está en Internet. Internet es el manual de instrucciones que se sigue al pie de la letra (y de la imagen), y en ese manual, la instrucción primera es el alfilerazo y la subyugación sexual de las chicas. Ellas son la presa, y muchas caen en el adocenamiento atosigador de los conglomerados de la moda, la cosmética, la estética y el ocio del espanto nocturno para ser cuerpos magros a adobar, magrear, maltratar. A la depredación masculina sempiterna se suma, pues, comandando la repugnante embestida, el muy infame interés del híper capitalismo. A la mujer, según esto, qué le queda, puesto que el «no quiero», que el «no es no» es un prédica al viento. ¿Acaso insultarse y pegarse a sí misma para curtirse ante lo que le espera? ¿Acaso violarse con objeto duro por si le toca ser violada? «Mujer, ¡viólate!» Este es el eslogan último que le resta por difundir a la putrefacta globalización de la banalización del mal.