No pudo ser. El primer parcial marcó la diferencia. En los otros tres cuartos, España ganó en la suma de esos 30 minutos. Los 26 puntos del inicio permiten a USA llegar a la final. Eso sí, habiendo jugado los artistas principales un minutaje importante. Había mucho respeto a España. Nuestro equipo llevó el tempo del partido. Scariolo lo apostó al control. A marcar un ritmo más pausado. A elaborar el juego y producir vías de agua. Estos salieron como un tiro (14 puntos en apenas 4 minutos). El rebote ofensivo fue determinante. Casi tantas segundas oportunidades bajo nuestro aro que nosotros capturando los tiros errados de EE. UU. Eso también marcó diferencias en su favor.
No será esta semifinal recordada por la belleza en el juego, en el cara a cara ante el aro rival, pero sí, por lo menos en nuestra parte, por la serenidad y sensación que siempre transmitió el equipo de pelear hasta el fin. No se puede reprochar nada. No fue un día desde la línea de 3 puntos. Incluso se erraron algunos disparos muy abiertos. Producto del coraje la diferencia final dejó todavía un sabor más agridulce, pensando en que hubiese ocurrido si nos saliese una de esas tardes de inspiración. Esas lecciones dadas en muchos campeonatos en los días clave.
Ojalá la derrota no haga daño en nuestra mentalidad. La pelea ha sido magnífica. Las heridas se curan con una victoria. Y la generación de oro merece, en primer lugar, ser recibida como se merece. Pero segundo, toca cerrar ciclo con un bronce. Volver a casa con la última medalla de este grupo. No queda más remedio que rendir pleitesía a estos caballeros.
Alberto Blanco es entrenador ayudante del Lietuvos Rytas