La muerte es la falta de amor

OPINIÓN

22 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Estoy de acuerdo con el Profesor Gustavo Bueno cuando señalaba que «el ser humano fallece no muere». También afirmo y repito lo que leí en una lápida en un cementerio de Lisboa: «Joao Rodrígues que morreu no ano 1934 contra sua voluntade». Hablar sobre la muerte es embarazoso, muy personal y nos duele profundamente. Pero, ¿qué es la muerte? Cualquier intento de definirla va a tropezar con el tiempo y el espacio en donde nos propongamos acotarla. Es el final de algún ser que ha logrado ser parte del universo y que nos hace preguntarnos ¿dónde está la justicia si la gente sabia muere?

Desde el punto de vista de un profesor de literatura y escritor que vive en el primer cuarto del siglo XXI en Asturias fallecer es atacar a las emociones convirtiendo a la persona que se va en un ente que ya no mueve los labios. Los demás sufrimos su muerte y al fallecido lo llamamos querido, gentil, paciente, noble y sabio con la intención oculta de permanecer animosos para no sentir el dolor.

Ante la muerte los sentimientos yacen tan profundos en el espíritu humano que somos incapaces de hablar. Los que en verdad han querido al fallecido no pueden mover los labios para decir algo. Su amor es más grande que la expresión, aunque oigamos a los demás hablar del que se ha ido y afirmemos con la cabeza que estamos de acuerdo con los que se cuenta de él. Se siente tanto que uno es incapaz de expresarse con coherencia.

El conocimiento es algo mágico. Aún el más simple de los actos de escribir es casi sobrenatural y roza la telepatía. Así si añadimos un número de abstracciones en una hoja de papel y en un cierto orden, alguien muy lejos y años más tarde, a veces siglos, si lee ese escrito se dará cuenta que allí hemos anotado nuestros más profundos pensamientos. Con ello hemos roto el espacio y el tiempo y aún las limitaciones de la muerte que de esta forma pueden ser trascendidas.

Lo que hemos escrito se compone de letras y hay culturas en las que las letras de su alfabeto se consideran símbolos, dado que poseen un poder mágico que puede ser utilizado para predecir el futuro. Las runas norsas y el alfabeto hebreo son simples letras para deletrear una palabra, pero también símbolos profundos con significado cósmico.

Este poder de trasmitir y de que lo lean tiempo después de haber fallecido, que no muerto, está reservado a algunos seres humanos capaces de deletrear de una forma profunda y sensible. Es el encantamiento del discurso escrito que se va cargando de significados y abstracciones que producen vibraciones en el aire para desplazarse hacia una buena parte del mundo que desea leer y conocer la sabiduría.

Con eso ya hemos sido tocados con el poder mágico de la palabra de la que nos vamos enamorando para nunca llegar a morir como ha ocurrido y ocurrirá con el Profesor Gustavo Bueno.