La vergüenza del Sporting

OPINIÓN

27 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado domingo comenzó la liga española de fútbol. Y el Sporting de Gijón se enfrentaba al Athletic de Bilbao en casa, en el Estadio de El Molinón. Los locales ganaron el partido por 2-1 y todo habría sido alegría y celebración si un grupo de ultras no hubiera proferido gritos racistas contra el jugador de raza negra Iñaki Williams. A la media hora del pitido inicial, el colegiado del encuentro, Clos Gómez, tuvo que detener el partido unos instantes ante los cánticos que se escuchaban en la grada. La Liga ha denunciado los hechos ante la Comisión Antiviolencia y ante el Comité de Competición de la Federación Española de Futbol, lo que podría costarle al Sporting una sanción económica y el cierre total o parcial del estadio.

Si el Sporting de Gijón representa con orgullo los colores de la ciudad, lo cierto es que el pasado domingo muchos xixoneses nos sentimos profundamente avergonzados. No por los jugadores sino por una parte de la afición que ocupa la grada Sur de un estadio que es de todos los xixoneses para proferir cada domingo cánticos racistas, xenófobos, sexistas u homófobos. Son una minoría, por supuesto, pero el club sigue permitiendo esas actitudes que deberían ser erradicadas completamente del deporte.

Lo más triste no es que cincuenta o cien descerebrados manchen el nombre del club y de la ciudad. Lo verdaderamente preocupante es que el resto de la afición no ha sido capaz de reaccionar ante hechos de este tipo y exigir a la dirección del Sporting que expulse a los ultras de las gradas de El Molinón. Si finalmente el club es sancionado y el estadio es clausurado, será culpa de una directiva que hasta ahora ha ignorado, cuando no ha alimentado, a los grupos ultras que campan a sus anchas en la grada Sur de El Molinón.

Pero por alguna razón que desconozco, los aficionados medios del fútbol, con honrosas excepciones, gastan una ética cuando menos dudosa. Para ellos acudir cada quince días al campo es poco menos que un rito religioso. No en vano se ha popularizado en el Sporting aquello de “tu fe nunca decaiga”. El partido es algo así como la dosis semanal de emoción que necesitan para continuar viviendo unas vidas grises y aburridas. Y en ese contexto está permitido todo: el insulto, la violencia, los gritos denigrantes, ?

Basta entrar en los perfiles de las redes sociales de algunos ultras del sportinguismo para entender que toda su vida gira en torno al futbol. Y el deporte, ya se sabe, es como la guerra: todo vale. Incluso insultar a un jugador rival por ser negro, a pesar de que el Sporting cuenta entre sus filas con un jugador como Ndi, originario de Camerún. Pero la estética ultra, cargada de simbología neonazi, exige comportamientos bárbaros y exhibiciones estúpidas de testosterona. Liarse a hostias con el aficionado del equipo rival, por ejemplo.

Uno de los mejores ejemplos de infantilismo ultra nos lo encontramos en la rivalidad entre Uviéu y Xixón. En una comunidad uniprovincial con menos de un millón de habitantes, esa rivalidad, cuando traspasa el folclorismo para instalarse en el odio y la violencia reales, resulta verdaderamente estúpida y casposa por ambos lados. Y es que sólo alguien con la inteligencia de un mosquito y con la madurez de un niño de primaria puede ser capaz de convertir algo tan banal como el fútbol en una identidad y en un modo de vida. Eso explica que aún ocurran cosas como la que sucedió el pasado domingo en el Estadio de El Molinón. Y es que ya estamos tardando en darnos cuenta de que los Ultraboys son la vergüenza del sportinguismo.