Tu prueba del pañuelo

Luis Ordóñez
Luis Ordóñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

28 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Pues claro que es una sandez prohibir el burkini. La medida tomada en varios ayuntamientos muy carcas de la costa sur de Francia acaba de toparse con un revés importante en los tribunales y es probable que no prospere más; ojalá. Todo el mundo tiene derecho a hacer el ridículo como le plazca en la playa, pero señalar que el veto al burkini resulta, cuando menos contraproducente, no tiene por qué ir acompañado de una defensa cerril de esta prenda que se ha dado, con todo tipo de argumentos a cada cual más peregrino, entre un montón de bienintencionados que buscan ante todo epatar. 

La creadora del burkini, la australiana de origen libanés, Aheda Zanetti, está de enhorabuena por la publicidad que ha conseguido su producto y el auge que, asegura, ha tenido entre sus pedidos de estas semanas. Ahora nos asegura que el burkini es excelente para evitar el cáncer de piel, un mal que afecta especialmente a los australianos porque el agujero de la capa de ozono les queda más cerca. Pero esto es puro cinismo. Creó la prenda para que las chicas musulmanas pudieran hacer deporte o bañarse con «decoro», una decencia en el vestir que, por lo visto, sólo se exige a las mujeres. Sigamos también su argumento de que diseñó el peculiar traje de baño para protegerse de los rayos ultravioletas, ¿sólo afecta el cáncer de piel a las mujeres, es que acaso los hombres son inmunes? Por favor, no insulten más nuestra inteligencia. El burkini se crea desde un concepto pecaminoso del cuerpo humano, sobre la idea de que las mujeres que lo muestran no son decorosas y además son responsables de no excitar la lujuria de unos hombres que podrían perderse de tanto mirar muslo y pechuga. Es un pensamiento cavernario, atroz e insultante para varones y mujeres. 

En ningún sitio en el Corán está escrito que las musulmanas tengan que ir cubiertas de la cabeza a los pies. Zanetti eligió el nombre de burkini porque le pareció un juego de palabras simpático en un momento en el que se hablaba mucho del burka afgano (un prenda cuyo origen está en la costumbre tribal pastún y no en el Islam); ella asegura que no conocía bien el significado exacto de la palabra. Si es cierto, es aún más irresponsable. Con todas las vueltas que se quieran buscar, el único motivo para lucir este engorro de cuerpo entero es el religioso, puro y duro, ostentación de un modo de entender el Islam que señala además a los musulmanes que no pasan por ese aro como indecorosos e infieles. No tiene nada de positivo, ni ninguna ventaja práctica. Si uno se baña con la ropa puesta lo mejor es quitársela antes de que se seque, se puede coger un resfriado al sol, hacerlo en un clima frío puede llevar a la muerte. Es una tontería colosal que, una vez más, sólo se explica bajo el punto de vista de que enseñar el cuerpo es malvado, que hay una lascivia insana en la que lo muestra y otra igual en el que mira. Porque, una vez más vamos a repetirlo, distingue mucho el papel entre hombres y mujeres. Y todo esto es asqueroso, y aunque nos parezca absurdo y estúpido prohibir el burkini, no tenemos por qué dejar de señalarlo. Aún más, es la postura más coherente. 

Francia es un sitio particular en el que van a pasar cosas que podrían decidir el destino de muchos de nosotros. Es un país que está absolutamente alterado y de los nervios por una serie de atentados terribles y en el que la extrema derecha está muy cerca de conseguir hacerse con la primera posición política en las próximas elecciones. En ella militan algunos de los alcaldes que han vetado el burkini, y podrán decir que lo hacen en defensa del laicismo pero en cada ocasión que se les presenta no dudan en repetir que quieren un regreso a las raíces cristianas del país. Los terroristas saben que es en Francia donde el eslabón de la cadena está más débil y donde puede ser más sencillo provocar un enfrentamiento abierto entre comunidades;  conscientes de ello o no, tanto el Frente Nacional como los terroristas trabajan en llegar a ese punto. Porque los autoritarismos desean que el desorden y el miedo lleven a las masas a reclamar un líder fuerte y terrible que imponga la disciplina con mano de hierro a costa de las libertades que sea preciso. Es que esto es viejísimo, lo que no termino de entender es dónde han salido los que, para criticar la prohibición del burkini, se han pasado tanto de vueltas que han terminado por equipararlo a una prenda de libertad y resistencia, de contestación mujeril, cuando responde a los mismos criterios de Pilar Primo de Rivera cuando fundó la Sección Femenina. Los mismos, con las mismas palabras.