Solidaridad se escribe con «c», no con «p»

OPINIÓN

30 ago 2016 . Actualizado a las 10:02 h.

«¿Tú sabes lo que es la ACNUR?». Supongo que a muchos de vosotros os han salido al paso con esta pregunta  jóvenes incansables que dedican mucho de su tiempo libre a acciones altruistas. «Sí, claro que lo sé, la agencia de las Naciones Unidas para la atención a los refugiados, pero ya estoy comprometido con una asociación». Estos o parecidos términos  son los que he utilizado varias veces, después de decir a estos jóvenes que admiraba su labor y de preguntarles qué tanto por ciento de su presupuesto destinaba la ONU para este capítulo, a lo que alguno de ellos -no todos- me ha respondido «creo que un 1 ó un 2 %».  «¿Te parece bien?». La callada fue su respuesta. 

Pero no está todo perdido. Mientras la sociedad civil, es decir los ciudadanos,  sean capaces de mostrar su empatía con otras personas en necesidad, todavía hay posibilidad de recuperación. Son innumerables los ejemplos de solidaridad que todos conocemos: personas que sacrifican sus vacaciones para entregarse a obras sociales, médicos y profesionales que arriesgan sus vidas en lugares de conflicto y de guerras lejos de su familia, agrupaciones de vecinos que se unen para ayudarse mutuamente y crean su banco solidario, como ha sucedido en el barrio de Les Corts, de Barcelona... Lo que antes se llamaba caridad cristiana, ahora se llama solidaridad civil o ciudadana, solidaridad con c. También la podríamos escribir con c, si la relacionamos con un auténtico comunismo. Son millones de ciudadanos los comprometidos con una causa solidaria, además de las diversas organizaciones tradicionales. A nivel del ciudadano todavía hay esperanza.

Pero, ¿qué sucede a nivel político, a nivel de los políticos? ¿Podemos hablar de solidaridad? Teóricamente sí. La solidaridad es uno de los principios que rige las relaciones entre las regiones ricas y las menos ricas de un estado. La solidaridad es el fundamento de la política regional de la UE. «La Unión fomentará la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros» (art. 3 del Tratado de la UE). También podemos hablar de solidaridad fiscal. Todos vemos con la mayor naturalidad que los que más ganan paguen proporcionalmente más impuestos, es decir, aunque la solidaridad fiscal nos haya sido impuesta por la Ley, los ciudadanos la aceptamos como algo normal. Pero, ¿qué sucede en la práctica? ¿Se da una auténtica solidaridad entre las diferentes regiones de España? Incluso la solidaridad fiscal que los ciudadanos hemos admitido, porque somos nosotros los que pagamos los impuestos y no los gobiernos autónomos ni los territorios, se convierte en insolidaridad. ¿No es este un argumento utilizado muchas veces por los políticos para enfrentar a los ciudadanos de las diferentes regiones? A nivel de la UE, ¿ha habido la más mínima solidaridad en estos últimos años de crisis con los países en dificultades? Es verdad que la UE y los gobiernos han mostrado su solidaridad, pero con los bancos, no con los ciudadanos.

Y descendamos al caso concreto de España. Mientras la mayoría hemos tenido que apretarnos el cinturón, bien con el descenso del nivel de vida o con el aumento de los impuestos, ¿han mostrado los políticos y los partidos políticos la más mínima solidaridad? ¿Se han preguntado siquiera si no se podrían recortar por algún lado los multimillonarios gastos superfluos que están ocasionando los partidos políticos con todos su adláteres?  El despilfarro es mucho más grave que la corrupción de todos los partidos políticos juntos. Hablar de corrupción y no hablar de gastos superfluos es puro fariseísmo. ¿Con los medios de comunicación  actuales, no se puede prescindir total o cuasi-totalmente de los desplazamientos a  los parlamentos, y sus correspondientes dietas? ¿No se podría prescindir de los políticos a pleno empleo y que los cargos electos, fuera de rarísimas excepciones, compaginaran su mandato con su profesión normal? Estos son sólo unos ejemplos. Me gustaría saber si a los partidos políticos se les ha pasado por la imaginación siquiera esta pregunta que nos hacemos los ciudadanos de a pie: ¿por dónde puedo recortar gastos? Y no hablo de los políticos individuales, pues éstos, tal y como están configurados los partidos en España, quizás no se atrevan ni a pensar, por si acaso no concuerdan con la opinión oficial del partido. ¿Para qué ahorrar? Seguro que se preguntan los partidos políticos, pero si España ni tiene deudas, ni tampoco paro, y nuestras propias deudas terminarán condonándolas los bancos.

Solidaridad nunca se escribe con p de política ni de políticos.