De un ciclo a otro

OPINIÓN

03 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En política, como en tantos otros aspectos de la vida de los seres humanos, las decisiones suelen descansar en la elección entre dos males. Rara vez nos encontramos con la suerte de tener que escoger entre lo bueno y lo malo. La dificultad reside en escoger el mal menor, aquel que menos perjudica nuestras expectativas políticas, aunque no nos entusiasme.

La irrupción en escena de Podemos, hace algo más de dos años y medio, nos procuró una alternativa institucional a quienes deseamos un cambio social en este país. No es que antes no existieran alternativas políticas de ese tipo, pero ninguna había tenido el alcance que ha logrado la formación de los círculos en un tiempo record. Aun con la decepción que supuso el resultado electoral del 26-J, Unidos Podemos se ha consolidado como una opción política de vocación gubernamental, cuyo objetivo es hacerse, más tarde o más temprano, con el ejecutivo de este país.

Este escenario político era inimaginable hace apenas unos años y tenemos que felicitarnos por ello. Pero se trata de un juego de suma cero en el que las ganancias que logramos en las instituciones suponen pérdidas en la contestación de la calle. Todos los estudios politológicos serios indican que cuando un movimiento social se institucionaliza y se convierte en alternativa electoral, pierde buena parte de su capacidad movilizadora anterior. España no es una excepción y el ciclo de protestas que se inició con el movimiento del 15-M y que cristalizó con fenómenos con las mareas, prácticamente ha desaparecido de escena con la irrupción de Podemos en la arena político-electoral.

Habrá quien piense que es preferible disponer de una contestación social potente que de un partido político con aspiraciones gubernamentales. Pero lo cierto es que rara vez se puede decidir entre lo uno y lo otro y lo habitual es que el contexto imponga uno de los dos escenarios. Más allá de los deseos de cada cual, hemos dejado atrás el ciclo de protestas que se inició en 2011 y estamos inmersos en lo que podemos denominar un ciclo institucional de las fuerzas del cambio.   

Si finalmente acaba gobernando la derecha, haya o no unas terceras elecciones, todo indica que Unidos Podemos será en los próximos años un partido de oposición. El impasse que estamos atravesando, con varias citas electorales en muy poco tiempo, llegará a su fin y será necesario reconstruir la movilización social y volver a la calle. Se trata de buscar un equilibrio entre lo político y lo social, entre las instituciones y las pancartas. Pero tal equilibrio nunca es fácil y casi siempre quienes están en las instituciones mantienen posturas más pragmáticas, moderadas y posibilistas que aquellos que se movilizan en las calles, lo cual suele ser fuente de conflictos y de acusaciones mutuas.

El desafío consiste ahora en que la fuerza electoral que logró Unidos Podemos sirva también de catalizador de una movilización social que ya empezamos a echar en falta. Que sus líderes sean capaces de salir a la calle sin la pretensión de capitalizar la contestación de la sociedad. Y eso requiere de buenas dosis de empatía, imaginación y capacidad de comunicación. Esperemos que estén a la altura.