Expediente Soria

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

05 sep 2016 . Actualizado a las 10:50 h.

José Manuel Soria tuvo que dimitir al comprobarse sus vínculos con paraísos fiscales y ser pillado en una espiral de mentiras flagrantes tras estallar el caso de los papeles de Panamá. Para decirlo suavemente, se demostró que era un político poco ejemplar. Meses después, Mariano Rajoy premia a su amigo personal con un destino dorado en el Banco Mundial, que le reportará 226.500 euros anuales libres de impuestos. Un enchufe en toda regla que el Gobierno dio a conocer con nocturnidad, dos minutos después del debate de investidura, lo que delata mala conciencia. Ahora el propio Rajoy y el otro gran amigo de Soria en el Consejo de Ministros, Luis de Guindos, tratan de justificar este bofetón en la cara de los ciudadanos como si se tratara de un mero trámite administrativo, cuando es una decisión política. Si esa es su manera de entender la regeneración democrática, hay que echarse a temblar. Tan escandalosa es la designación que no solo ha desatado la indignación en la oposición, sino malestar en las propias filas del PP, donde unos pocos en público y muchos más en privado no se explican tan inoportuno desatino, mientras Soraya Sáenz de Santamaría, enemiga íntima de Soria, se desmarca. Recordemos que Cristóbal Montoro, otro de los adversarios del canario, dijo que «nadie puede estar en el Gobierno si ha operado desde paraísos fiscales». Eso no vale, por lo que se ve, para instituciones internacionales. ¿Por qué Rajoy, en un momento tan delicado, toma esta decisión que le perjudica? Es «uno de los nuestros» y eso basta, es el mensaje nada edificante que Rajoy traslada a una sociedad harta de estar harta. Lo cierto es que se ha pegado un tiro en el pie y ha suministrado munición de alto calibre a los que le niegan la investidura.