Necesitamos un mártir, señor Guindos

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

08 sep 2016 . Actualizado a las 10:05 h.

Cuando un ministro quiere hablar, no hay muralla que lo detenga. Cuando un ministro quiere callar, parece uno de esos famosos que van por el aeropuerto y los reporteros lanzan sus preguntas al vacío. A la hora de dar explicaciones, las improvisaciones y las evasivas son la prueba de la talla del gobernante. El examen sobre José Manuel Soria, por ejemplo, fue aprobado por Soraya Sáenz de Santamaría, la más lista, que olió la tostada y se salió por los cerros de Castilla: «No es de mi departamento». Suspendió Mariano Rajoy, el presidente, que quiso ser amable con los periodistas, cayó en una ingenuidad impropia de su experiencia y dijo eso del concurso y del funcionario. Ayer, escaldado, hizo como los famosos del aeropuerto: no escuchó las preguntas de los periodistas.

Ahora se plantea una batalla de fuerza: que el señor Guindos se explique ante el Congreso de los Diputados. No crean ustedes que es una tarea fácil. Para conseguir que hable y que hable de Soria, además de soltar su rollo económico, hubo que conseguir alianzas de dimensión casi histórica: hubo que sumar al PSOE, a Podemos y Ciudadanos. Estos dos últimos partidos, según el decir de los cronistas y de ellos mismos, son incompatibles. En el Congreso se zurran como si uno de ellos fuese el Gobierno y el otro la oposición. Pedro Sánchez anda a ver si los junta, y solo el ansia de escuchar a Guindos, o de hundir a Guindos, consiguió el prodigio de juntarlos en una solicitud.

Ahora solo falta que a ese trío se una el Partido Popular, que también necesita el sacrificio de Guindos. Lo necesita más que la oposición. El ministro de Economía es la pieza que hay que sacrificar para salvar al presidente del Gobierno. Al presidente se le necesita intacto para recorrer las aldeas gallegas en la campaña que va a empezar para ayudar a Feijoo a mantener la mayoría absoluta. Se le necesita impoluto en las tascas del País Vasco para evitar que el PP sea un partido residual en aquella comunidad. Y se le necesita virginal para las terceras elecciones.

Luis de Guindos, quizá el rostro del Gobierno más presentable en las instituciones europeas, acaricia su calva cada mañana por si se la cortan. Ya sabe que es la víctima que va a llevar la culpa de todo, incluso de las explicaciones que dio el presidente. Ya tiene el encargo de asumir esas culpas, que es el sacrificio imprescindible para salvar al soldado Rajoy. Y Guindos aceptará, ha aceptado ya, porque es un caballero. Y además, sabe una cosa: suscitar las iras de la oposición confirma a los ministros en sus puestos. Cuanto más se reclama su dimisión, más tiempo dura. Y un Gobierno que no ha dado ni agua a la oposición, mucho menos le dará la cabeza de un ministro.