Irán versus Arabia Saudí

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

14 sep 2016 . Actualizado a las 08:25 h.

Mientras en Francia se debate sobre lo que se considera un nuevo fallo en la vigilancia y persecución de potenciales terroristas islamistas al haberse descubierto un coche mal aparcado y cargado con bombonas cerca de Nôtre Dame, a miles de kilómetros de allí, las dos grandes teocracias musulmanas se enfrentan, por enésima vez, ante la celebración del Hadj por la denegación del visado a los peregrinos iraníes que quieren entrar en Arabia Saudí. Mientras en Occidente nos afanamos por controlar a todos los radicalizados, Arabia Saudí e Irán alzan sus espadas tras la ruptura diplomática de principios de año. Su rivalidad histórica avanza por el castigado territorio yemení, la devastada Siria y amenaza con fagocitar Irak.

Pero ni Arabia Saudí, custodia de la Meca y Medina, se puede erigir en baluarte de la fe verdadera ni Irán en el bastión de los agraviados por la historia. Si en Arabia Saudí se sigue el sunismo wahabí, una versión rigorista y retrógrada del islam resultado del pacto que Mohamed Ibn Saud selló con Mohamed Ibn Abdel-Wahab a mediados del siglo XVIII, en Irán se profesa el chiismo y se aguarda el regreso del Mahdi, un imán descendiente de Alí. Lo que trasciende a esta rivalidad religiosa es un enfrentamiento por el ascendiente en una comunidad, la musulmana, con más de mil millones de fieles, por el control del territorio con más recursos petrolíferos del mundo y por un posicionamiento en el ámbito internacional. Una rivalidad que también ha sido origen del terrorismo islamista con repercusiones, como sabemos, en todo el globo terráqueo y cuyo fin, además de la lucha en nuestros territorios depende, en gran medida, de que saudíes e iraníes dejen de utilizarlos como peones en su guerra.