In the guetto

Luis Ordóñez
Luis Ordóñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

28 sep 2016 . Actualizado a las 12:36 h.

De cara a la elaboración del proyecto de los próximos presupuestos asturianos, la consejera de Hacienda, Dolores Carcedo, anunció que se intensificarían las medidas para prevenir y sancionar el fraude fiscal en los tributos que son de competencia autonómica. Sólo faltaría, es lo lógico actuar así, este debería ser el razonamiento normal. Lo esperable en alguien que cuando ha tomado posesión de un cargo público ha hecho promesa de cumplir y hacer cumplir la ley. ¿No?

Pues no, lo cierto es que las declaraciones de la consejera diciendo que tratarán de evitar que se cometan delitos han despertado una polvareda de críticas por parte del PP y Foro Asturias, quién lo iba a decir. Hemos tenido que escuchar por parte de diputados autonómicos nada menos que una justificación, cuando no una apología descarada, del crimen.

El diputado de Foro Pedro Leal acusó a la consejera de intentar hacer de Asturias un «gueto fiscal» en el que se persigue la «libertad de circulación y residencia» sólo por exigir que nadie falsee los datos de su domicilio para escaquearse de pagar lo que le corresponde. Un gueto nada menos. Hay que detenerse un segundo a pensar que para un diputado del parlamento asturiano, los sufrimientos de los evasores asturianos son equiparables a los de los judíos condenados a morir de hambre durante la invasión nazi de Polonia, o a los de los negros del sur de Estados Unidos que eran linchados por encapuchados del Ku Klux Klan.

Días después, y ante la pregunta de cómo valoraba que nombres de directivos de ALSA aparecieran en paraísos fiscales de las Bahamas en el momento en que la empresa iniciaba su expansión en China, la diputada del PP Emma Ramos, decía que no todas las fugas de capital son «ilegales» y que, en todo caso, la culpa es del gobierno asturiano por promover un «infierno fiscal» que prácticamente obliga a los empresarios a tener que incumplir la ley, pobrecitos.

Yo puedo entender que una de las características del ideario conservador es que el estado debe imponer pocos impuestos porque tiene una concepción de darwinismo mal entendido para la sociedad, allá cada cual que se arregle como pueda y si los ricos son ricos es porque así lo quiere la providencia. Lo que ya no es ni conservador, ni liberal, ni puede ser de gente de orden es celebrar la desobediencia de las leyes, porque además no se entiende por qué se detienen sólo en los delitos fiscales ¿por qué no hablar de un gueto de tráfico porque se nos obliga a conducir por debajo de los 120 km por hora? ¿por qué se desahucia a gente de su casa cuando no puede pagar la hipoteca pero se hace una amnistía a los millonarios que nos adeudan a todos cifras astronómicas para que eludan la condena a cambio de pagar una propina? La respuesta a esa pregunta es la guerra de clases que nos aseguran que ya no existe. En el club de la lucha de clases la primera norma es que no se habla de lucha de clases y la segunda es la misma.

Con los impuestos se pagan los hospitales, las escuelas, toda de una red de infraestructuras que nos hacen ser un país desarrollado y también los sueldos de los diputados. Ocurre que en España hay una desproporción alarmante entre lo que aportan las rentas del trabajo, porque los asalariados no se escaquean (aunque quieran) de pagar lo suyo, mientras que existe toda una constelación de artificios contables (algunos legales y otros insultantemente delictivos) para que las rentas del capital no aporten lo que les corresponde. No hay ninguna inocencia en esta actividad y toda evasión fiscal tiene necesariamente que relacionarse con tramas del hampa internacional que se nutren del tráfico de armas, del de drogas y del de personas. Todo aquel que evade impuestos es cómplice, lo sepa o no, de los más horrendos crímenes del planeta, ellos contribuyen a que se más sencillo el asesinato, la tortura o la prostitución forzada. Tenemos que empezar a llamar a las cosas por su nombre y hacer responsables a los defraudadores de sus faltas.  Y desde luego no reírles ni una gracia.