Elecciones: El PP o la ética protestante

OPINIÓN

27 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Contra lo que pudiera parecer, y es irreprochable una actitud de desespero, incluso de repugnancia, la mayoría absoluta conseguida el domingo por el Partido Popular (PP) en Galicia no solo no es sorprendente sino que tampoco debe ser tomada como un escándalo por quienes, sin ser necesariamente de izquierda o de tendencia progresista, se inclinan por la misericordia hacia los millones de vapuleados durante los últimos cinco años desde el palacio de La Moncloa y la calle Génova en Madrid y la plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela. Lo mismo se podría decir de las políticas dictadas desde Valladolid, Toledo, Zaragoza, Valencia o Murcia, entre otras comunidades, algunas de ellas provisionalmente en manos de partidos que no han enterrado del todo ese sentimiento de misericordia. Obviamos el País Vasco porque las elecciones han dejado las cosas más o menos como estaban, o como se preveían, y a Cataluña, donde el nacionalismo es tan extremo que hasta las castas desposeídas se olvidan de su propia indigencia, a la manera de un enfermo de alzhéimer que se olvida de sí mismo.

Núñez Feijóo gobernó Galicia al más ortodoxo espíritu protestante, y eso que su despacho presidencial está junto enfrente del tercer lugar más santo para el catolicismo universal, la catedral de Santiago. Siguiendo al pie de la letra las claves que dio Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, estudio clásico y, por tanto, de lectura obligada para quienes busquen racionalidad en la irracionalidad, y más ahora, con un turbocapitalismo desatado, Feijóo, como Rajoy, quemó a la vista de todos el programa lectoral gallego y abrió las puertas que pudo al empresariado y a la banca. La de la Sanidad, y ya lo hemos contado en esta misma columna de LA VOZ DE ASTURIAS, fue una de las puertas cuya apertura resultó más dolorosa, pues causó la muerte de pacientes de hepatitis C. Las muertes derivadas de las políticas antisociales de Mariano Rajoy y de sus correligionarios autonómicos, de poder contabilizarse, arrojarían una cifra de seis números.

Entonces, ¿por qué no sorprenderse de la victoria de Núñez Feijóo en Galicia y la que el PP alcanzará el próximo 25 de diciembre en la elecciones generales, con o sin Ciudadanos? Desde las coordenadas que estamos manejando, el respaldo ciudadano al PP, que tiene varias esquinas (fascismo, utilitarismo, clasismo, miedo a Podemos, papanatismo, etcétera), viene sobremanera de una actitud generalizada de desinterés por el devenir amargo de los caídos en desgracia por la maquinaria turbocapitalismo a la que nos hemos referido antes, que, ante todo, está educando convenientemente en la aspiración protestante del enriquecimiento personal (Weber) y el egocentrismo (redes sociales, oligopolios de la estética y otros), como metas a alcanzar por encima de los cadáveres que sean necesarios pisar. Esta ética protestante asumida por el catolicismo, consecuencia de la ideología implantada por el imperio anglosajón desde Londres y Nueva York, es una antiética, y lo es porque, aun dejando de lado el principio categórico de toda ética, que es no hacer daño a los demás, ha arrebatado a los votantes una propiedad tan humanamente básica como es la misericordia.