El arrepentimiento

OPINIÓN

28 sep 2016 . Actualizado a las 10:26 h.

El domingo es el día elegido por el español medio para el arrepentimiento. Nuestra tradición romanocristiana y el largo periodo de nacionalcatalocismo han hecho que la gente de nuestro país sea proclive al  lamento y a la contrición. Decía Rafael Azcona que antes, cuando Dios se nos presentaba como impío, siempre surgia una voz en el mejor momento y decía: «Ahora reímos, luego ya lo pagaremos y lloraremos». Sin embargo, este Dios cantarín y bondadosa de ahora, ha hecho que el pueblo español sea más de lamentarse al día siguiente. Cuándo superaremos esta tara y aprenderemos a disfrutar. Y si esto lo decía el gran Azcona, no creo que haya nadie que se lo discuta.

Pues este domingo que cierra un periodo festivo en nuestra ciudad ha sido uno de estos domingos llenos de arrepentidos. Arrepentidos que buscan la redención en la romería de El Cristo; otros que lo hacen en el resguardo de sus casas, en sus sofaás y camas, y con muchos gramos de ibuprofeno y mucha agua; y algunos, los de verdad, tomán el vermú para conseguir el perdón eterno.

Uno se despierta deshidratado, con unas ganas inmensas de orinar, mira el agua del retrete y observa ese chorro de pis oscuro, ese chorro constante, eterno. Cuando acaba va a la ducha y empieza a ser persona. Los rayos del sol inciden en nuestros ojos tan acostumbrados a la noche, producen cierta urticaria cuando los poros de nuestra piel sudan el etanol consumido,  y las fascículaciones se extienden por nuestros músculos. El agua mineral es la bebida más requerida, algunos valientes se atreven con la cerveza y él solera. Para ellos la gloria, yo me quedo con el agua fresca. Hartos de todo, rechazamos el vino, la cebada, las copas y los licores. Queremos descansar y purificar nuestro cuerpo.

La tarde de este primer domingo de otoño, final de las Fiestas de San Mateo, es gris y ventosa; un marco incomparable para la depresión y el suicidio. El día avanza entre el tedio y el cansancio que arrastran siempre esos que nunca hacen nada. Así llegamos al sueño, cuando uno se despierta ya no queda nada de esas fiestas que tan felices nos han hecho.