Egoísmo político

OPINIÓN

30 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez más estoy convencida de que este mundo se está volviendo como una cabra. No se si es debido al exceso de información que recibimos cada día o a la estupidez congénita de gran parte de la población, pero la realidad es esa. Más vale que algunos políticos se peguen un pellizco bien fuerte allí donde más duele, se callen, dejen de gastar recursos del Estado gratuitamente, y se dediquen a arreglar lo que realmente afecta a la gente, que para eso se les vota.

Si trabajasen los políticos como Dios manda, a favor de la ciudadanía y no únicamente para sus intereses políticos personales, a lo mejor no hubiese sido multado por un guardia urbano un conductor cuando, presenciando un accidente, llamó a los servicios de urgencia a través de su móvil. ¿Broma? No, realidad. Los maleantes más peligrosos hacen lo que les da la gana; los «Farruquitos» asesinos pagando ya están redimidos de sus cargos y los estafadores corren como Pedro por su casa, pero eso sí, los niños con monopatín serán multados con 3000 euros y si encima ayudas a alguien en carretera, como hayas utilizado tu móvil, «multazo» que te crió.

Esta sociedad hipócritamente dirigida por cuatro políticos, promociona lo malo respecto lo bueno, castigando con mano de hierro las faltas más leves como recurso chulesco destinado a esconder ante la población la impotencia -o desidia- de su nula capacidad de controlar los delitos clamorosos y deleznables. Si tú compras un CD en el top manta, eres un delincuente; el proxeneta que explota a las prostitutas, simplemente un empresario del sexo. De paranoia.

Hay políticos, que van a lo suyo, a hacer amistades entre los altos «jerifaltes» económicos, en busca de una cómoda ubicación con la que seguir una vez políticamente jubilados. Y mientras tanto, los bancos y cajas se forran con el sudor y la angustia de la gente de la calle, obteniendo unos beneficios estratosféricamente inmorales a costa mayoritariamente de una necesidad básica como es la vivienda. Sólo los beneficios de este año de La Caixa y el Banco Popular, si fuesen repartidos equitativamente entre todos los españoles, tocarían a más de 40 euros per cápita. ¿A cuanta gente necesitada no ayudaría ese dinero a vivir un poco mejor? ¿Es aceptable esa injusticia?

Pues así con todo, ellos, que debieran de ser los primeros en dar ejemplo, son los primeros mangantes en aprovecharse de su holgada situación. ¿Tan difícil resulta que todos pensemos algo más en los demás y dejemos de mirarnos el ombligo obsesivamente? Si así fuera, seguramente encontraríamos la felicidad que tan ansiosamente anhelamos.