El PSOE hace de la política española una farsa

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

30 sep 2016 . Actualizado a las 08:34 h.

Imaginemos un país cuyo Gobierno lleva diez meses en funciones y que, después de celebrar dos elecciones generales en seis meses, va de cabeza a las terceras en un año. Imaginemos un país en el cual un ejecutivo regional ha decidido marchar hacia la independencia del territorio que gobierna violando de un modo flagrante la Constitución y desobedeciendo de forma reiterada los taxativos mandatos emanados del tribunal que se encarga de la interpretación de su ley fundamental. E imaginemos, finalmente, un país que, con un inmenso esfuerzo de la sociedad entera, está saliendo de la crisis económica que ha sufrido durante ocho largos años.

¿Alguien en su sano juicio puede entender que, dándose a un tiempo todas esas circunstancias, el partido político que ha gobernado ese país durante un período más largo desde que recuperó la democracia (22 años) se enzarce en una guerra interna a muerte entre dos bandos enfrentados, importándole a ambos un comino que el Gobierno esté en funciones, uno de sus ejecutivos regionales abiertamente sublevado y la recuperación económica en riesgo de irse a hacer puñetas? No, nadie en su sano juicio puede entenderlo, porque resulta sencillamente inconcebible.

España vive una situación que podría llegar a ser dramática, y que es ya decididamente insoportable, mientras los socialistas han convertido la política nacional en una farsa grotesca que nos sonroja a todos ante el mundo democrático y supone una tomadura de pelo para los millones de ciudadanos que todos los días se levantan para ir a trabajar o que no pueden hacerlo porque carecen de un empleo.

El hecho evidente de que el culpable inicial de este auténtico esperpento sea el secretario general del PSOE, un kamikaze que está dispuesto a morir matando y a llevarse por delante a su partido para alcanzar una presidencia del Gobierno que cada día tiene más lejos de sus manos, no exime de responsabilidad a todos los que ahora lo combaten, tras haber convertido en un personaje de la política española a un insensato, dominado por una enfermiza ambición solo igualada por su absoluta ineptitud, su demagogia y su monumental desprecio a los intereses generales. Pues Sánchez no hubiera llegado a ser secretario general sin el apoyo de quien es hoy su más fiera contrincante (Susana Díaz), ni hubiera aguantado la debacle de las elecciones generales de diciembre sin el sostén del mismo Felipe González que sale ahora a ponerlo en la picota.

Todo lo que está sucediendo en el PSOE, ante la mirada atónita de una sociedad harta de un determinado tipo de políticos -los que solo piensan en sí mismos-, es sencillamente insano, indigno, bochornoso: un dirigente que ya no sabemos si es secretario general o no lo es, una comisión ejecutiva que según unos existe y según otros se ha extinguido, un partido donde los dos bandos se tachan mutuamente de traidores y golpistas. Una vergüenza que los españoles no nos merecemos.