¿Cómo pudo ganar el no?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

04 oct 2016 . Actualizado a las 07:17 h.

Es cierto que en el plebiscito colombiano todas las encuestas apuntaban a un fácil triunfo del sí (la última del diario bogotano El Tiempo le daba una ventaja de más de 13 puntos). Pero, como advertíamos aquí el domingo, también se detectaba un rápido crecimiento del no. Y en demoscopia lo que importan son las tendencias, como no se cansan de repetir los expertos.

En todo caso, el resultado es una sorpresa, y el hecho de que esta siga a otras, como el referendo del brexit en Gran Bretaña o la fallida consulta sobre la inmigración en Hungría, hace que algunos se pregunten ahora si las urnas se han vuelto más impredecibles. No hay ninguna razón para pensar que sea así. Una vieja máxima cínica del análisis político dice que los referendos se hacen solo para ganarlos, pero es una máxima, no un axioma.

Los referendos, de hecho, son incluso más difíciles de pronosticar que otro tipo de consultas electorales. Se trata de eventos únicos en los que no se puede contar con el «recuerdo de voto» para calibrar los datos, y en los que el votante tiende a cambiar más fácilmente de opinión días, o incluso horas antes de depositar la papeleta en la urna.

Lo que ocurre es que, a veces, esos cambios de opinión se vuelven invisibles. Esto es así, sobre todo, cuando los medios se decantan en masa por una postura y demonizan la contraria. Es lo que sucedió, en parte, en el referendo británico del brexit. La prensa, abrumadoramente partidaria de la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, lanzó una campaña durísima contra los partidarios de la salida, a los que acusaban sin ambages de racistas e ignorantes. Cuando, a pocos días de la votación, se produjo el asesinato de la diputada laborista Jo Cox a manos de un hombre trastornado de simpatías ultraderechistas, se llegó a responsabilizar de su muerte a los partidarios del brexit. Esa opción bajó abruptamente en las encuestas; pero ahora sabemos que simplemente se ocultó, al tiempo que se reforzaba (es este un efecto que, por cierto, debería preocupar a los medios que atacan ferozmente a Donald Trump en la campaña norteamericana).

Partidarios del sí, tras los resultados.
Partidarios del sí, tras los resultados. LEONARDO MUÑOZ | EFE

Algo parecido puede haber pasado en Colombia, donde inevitablemente se presentó a los partidarios del no como aquellos «que no quieren la paz». Incluso en el análisis a posteriori, se sigue incurriendo en una lectura demasiado autocomplaciente. Se dice que ha faltado información y que el sí al acuerdo ha ganado en las regiones que más han sufrido a la guerrilla. Pero la realidad es más complicada.

En efecto, en algunas zonas en las que ha habido masacres ganó el sí. Pero en muchas otras se ha impuesto el no con claridad; por ejemplo en Ibagué, Neiva, Granada, San Carlos, Saldaña o Tolima.

Medellín, en su momento la capital de la violencia colombiana, fue la capital del no con un 62,9 por ciento. Todo es más complejo de lo que parece: Soacha, un municipio cercano a la capital que ha sufrido mucho la violencia, pero en su caso la de los paramilitares, también ha votado no con rotundidad.

Si queremos encontrar una pauta, podría ser esta otra: el no ganó en aquellos lugares en los que se votó más. Es decir, ganó la opción que supo movilizar mejor a sus partidarios. En cuanto a la explicación del resultado, la más sencilla es la más probable: simplemente, los votantes no estaban convencidos del acuerdo. En democracia, es algo que puede ocurrir.