06 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Acaba de nacer y lo primero que ha hecho fue bostezar. Habrá pensado: «¡Mba! ¿Y esto es la Vida?». Finalmente se puso a llorar.

Martín, no llores. Es la vida que entra en ti en cada aliento. Deja que sacuda tu corazón, que infle tus pulmones, que llene de luz tus ojos negros, que cicatrice la piel que te abriga, que fortalezca tus huesos.

Martín, hijo, deja que la vida te acaricie para que vayas acostumbrándote a su tacto. Pronto entenderás que, como las personas, la vida cambia continuamente. Un día te tratará de forma más tosca, te pinchará las manos y los pies, te pondrá corona de espinas, te empujará hasta caerte hasta derribarte, te hará sentirte solo. Otros días, se presentará mansa como el orbayu en verano para llenarte de luz y estarás feliz sin saber porqué y sentirás que todo lo que existe en el mundo fue hecho para ti. Te ayudará a levantarte en las caídas. La vida, como las personas, tiene muchos rostros y tendrás que ir acostumbrándote a ellos. No te asustes si un día lo has perdido todo y crees que en el futuro tus sueños no están. Recuerda que llegaste desnudo al mundo y que todo lo que tienes es ganancia. Tú sigue caminando y piensa que el futuro nunca llega. Que lo más importante es haber nacido para descubrir el amor de tu madre, que juro que te quiere más que a su vida. Descubrirás que es maravilloso sentir el viento, una mirada bondadosa, la luz en la piel. Es la caricia de la vida.

Algún día visitarás la patria de tus padres y podrás escuchar el chillido de la cigarra en los naranjos, la risa de tus amigos, de tus seres queridos. Es el canto de la vida. ¿No es maravilloso sentir el olor de la cebolla frita inundando el hogar, el olor de la rosa, del pasto recién cortado, de un libro viejo, hojeado un siglo después y que fue leído por cientos de lectores? Es el olor de la vida. Y si acaso llegaras a mi edad y siguieras preguntándote, como yo, qué es la vida. Te diré que preguntes a tu madre, ella te responderás que la vida eres tú. Algún día lo comprenderás. Ahora todavía la vida tiene un sabor nuevo para ti. Descubrirás la lluvia y la mirarás, como yo ahora, desde la ventana. No te enfades si te empapas alguna vez, la lluvia es la ducha de los días. Y quizás no pienses en la vida hasta que seas por fin, como yo, un padre, que ve a su hijo por primera vez iluminar su mundo. Ahora mismo ya sabes a qué sabe una caricia, la luz, el viento, pronto, sabrás lo que es una caída. Es un truco que usa la vida para ponernos fuertes y enseñarnos a ser independiente. Pronto sabrás a qué sabe el limón y el sabor de la manzana al horno. Sabrás lo que es, si sales a tu padre, emborrarse con la sonrisa de su amada, y a veces, solo a veces, con una botella de vino tinto y un par de poemas.

¡Dios mío, Martín! Tantas cosas te aguardan en la vida. Alegrías, llantos, viajes, sueños, amores. Aunque no los sepas aún, te digo que los días se suceden para que tú sueñes y crezcas, para que tú vuelvas a abrir los ojos cada mañana y podamos nosotros abrir los nuestros, y puedas maravillarte, como yo, con cada día. Descubrirás que algunos sueños no se cumplen durmiendo, sino que tienes que estar muy despiertos para conquistarlos.

Hijo mío, no llores más y deja que la vida te acaricie con nuestras manos.