Una mañana en palacio

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

13 oct 2016 . Actualizado a las 08:04 h.

En el Palacio Real llovía a mala leche, como cuando acabas de lavar el coche o te has puesto traje nuevo. El patio de armas, frente a la Almudena, se ha convertido en un gran aparcamiento dominado por coches negros, con sus conductores vestidos de negro, sus escoltas vestidos de negro, sus paraguas negros, sus matrículas del Cuerpo Diplomático o sus antenas sobre el capó, como los camuflados de la Guardia Civil de Tráfico. Allí debía de estar media España, o por lo menos medio Madrid de coche oficial. Los coches oficiales ocupan tanto espacio que los privados tenemos que aparcar casi a la salida. Siempre llueve peor para los pobres.

En el Palacio Real, como pueden imaginar, hay multitud de salones. Algunos no los había visto en mi vida, pero ayer la visita al santuario de la monarquía tuvo algo de turística: primero te colocan en un salón para ir soltando emociones: «¡Nos vemos de año en año!». Después te pasan a otro, donde el cuadro de Antonio López invita a hacerse un selfie con toda la familia real de Juan Carlos I. Y así vas conociendo nuevos espacios, como si fuese una jornada de puertas abiertas. Pero de micrófonos cerrados. Ahí había de todo, menos a quién preguntar cómo va lo de la investidura.

Este año el cáterin funcionó antes del besamanos, algo que este cronista tampoco había visto: a los reyes se les saludaba siempre antes de oler a vino, y solo después venían las copas y los canapés. Ahora debe de estar terminando la crisis, porque hay copas antes y copas después. Y al fin se socializó la recepción: salón del trono, Felipe y Letizia, sonrisas para todos y paso al lugar soñado por la prensa: el territorio de los corrillos. En el fondo norte, los políticos en activo. En el fondo sur, sus majestades, que avanzan penosamente ante el gentío para quedar bien con todos. En el centro, mucha gente que tuvo poder político, mucha gente que tiene poder económico y vulgaridades como yo.

¿Y de lo nuestro, qué? Lo que pueden leer en otra página del diario: Mariano Rajoy, que piensa y practica que callado está mejor y lo cumple disciplinado, y Javier Fernández, que dice la frase del miércoles: «Tengo la sensación de que se me entiende más fuera que dentro». Traducción: el timonel del trasatlántico socialista no lo termina de virar. Cuenta con muchas resistencias internas. Algunos detestan tanto al PP que prefieren estrellarse en las urnas.

¿Y entonces, por qué el rey convoca ronda de consultas?, preguntan a mi lado, y alguien responde: porque se acaba el plazo y cumple con su obligación. Cuando devuelvo mi copa de tinto, tengo una sensación: el millar largo de personas que había en palacio quieren que haya investidura. Por unanimidad. Pero, ay, no son los llamados a votar.