Dylan en Newport

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

15 oct 2016 . Actualizado a las 10:16 h.

El mundo, o sea, Twitter, ha vuelto a partirse en dos trincheras irreconciliables con el Nobel de Bob Dylan: media humanidad a favor y el resto del planeta en contra. Demasiado ruido, demasiada furia para solo 140 caracteres. Veamos.

1. El Nobel no representa el canon de la literatura universal. Los tres grandes escritores del siglo XX -Franz Kafka, James Joyce y Marcel Proust- no lo recibieron. Es más: en España lo obtuvieron medianías (por no ser cruel) como Echegaray o Benavente, pero no el prodigioso Valle-Inclán.

2. La tensión nunca resuelta entre los apocalípticos, que ven acercarse el fin de la literatura todos los miércoles por la mañana, y los integrados, que consideran que todo es cultura, ya la explicó hace muchos años Umberto Eco. Pero probablemente Eco, que se proclamaba integrado por su amor al cómic pero conservaba ciertos tics elitistas, se hubiese manifestado en contra del galardón a Bob Dylan.

3. Es una paradoja que muchos se rasguen las vestiduras por considerar demasiado moderno premiar a un cantautor que forjó su fama en los años sesenta. Y resulta igual de paradójico que otros muchos consideren el colmo de la modernidad conceder el Nobel de Literatura a un cantautor de los sesenta.

4. Bob Dylan no es el mejor letrista de la historia de la música. Probablemente Lou Reed, que arriesgó más y llegó más lejos en sus versos, podría adelantarle en ese inexistente escalafón. Pero tal vez Dylan sí sea quien mejor representa a los escritores de canciones que comprendieron que el rock era el último escondrijo donde podía refugiarse la poesía cuando ya nadie le prestaba la menor atención.

5. El abismo entre alta cultura y cultura popular viene de muy lejos. En España, como recuerda Rafael Reig en Señales de humo, se remonta nada menos que a la aparición del mester de clerecía, que nació para devolver la literatura al poder establecido y para acabar con los juglares y su desenfadada poesía itinerante. Una de las buenas noticias del Nobel de Dylan es que, a través de su reconocimiento como heredero de la música popular norteamericana, se reivindica esa raíz callejera y oral de las letras.

6. Para quien todavía dude de que Dylan es un poeta de alta graduación, basta con escuchar un tema como Desolation Row. Son 11 minutos y 33 segundos, pero ahorran mucho tiempo de debate estéril en las redes.

7. A Enrique Vila-Matas le gusta recordar una frase de Dylan en el festival de Newport, cuando decidió electrificar su música y los más intolerantes de sus fieles le acusaron de alta traición al folk desenchufado. La respuesta de Bob para defender su paso a la guitarra eléctrica todavía es válida para replicar a quienes estos días se inmolan a lo bonzo por entender que el Nobel ha arrastrado la alta cultura por el fango inmundo de la cultura popular:

-¿Qué pasa, aún estáis leyendo el periódico de ayer?