Los aforismos de Santiago Ramón y Cajal

OPINIÓN

19 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre cambio de pañales, nanas, gruñidos, bostezos, llantos, biberones y sueños de mi hijo recién nacido, de vez en cuando, picoteo alguna delicia en Aforismos y charlas de café de Santiago Ramón y Cajal.

El libro ha sido editado por otro excelente aforista, Manuel Neila, que dirige la colección «A la mínima» de la editorial Renacimiento. Dicha colección tiene en su lista a  clásicos del género, como Oscar Wilde, Vauvenargues, Pessoa, Antonio Machado, Rafael Barrett, y también a algunos de los mejores aforistas contemporáneos: Dionisia García, Ramón Eder, Gabriel Insausti, incluido el propio Neila, que cada día nos regala una reflexión en su cuenta del Facebook: «La riqueza del desarrollo a costa de la miseria de sus alrededores acaba por volverse una riqueza miserable», «Lo malo de los de abajo, todo hay que decirlo, es que muchos aspiran no a ser justos, sino a ser de los de arriba». No todo lo uno que lee en las redes es desdeñable. Quién mejor que Manuel Neila para estar al frente de tan selecta colección.

Aforismos y charlas de café es un libro dividido en once capítulos, que tratan sobre la amistad, el amor, la vejez, la muerte, la inmortalidad, el talento, la conversación, la opinión, el carácter, las costumbres y las mujeres. Bastantes de los aforismos sobre la mujer son misóginos, pertenecen a una mentalidad de otra época, de la que poco a poco queremos alejarnos. Las reflexiones sobre este asunto no creo que ayuden a que el lector contemporáneo se acerque a los aforismos de Ramón y Cajal. Más bien nos hace dudar de la verdadera inteligencia del premio Nobel español. He tenido que torcer el ceño y pasar rápido de página cuando hablaba de mujeres.

Sin embargo, más allá de este tema, Aforismos y charlas de café es un librito inmenso, con reflexiones agudas, la mayoría vigentes y aplicables hoy en día, que nos abren un poco más la mente, pero también nos ayuda a entender que no hemos evolucionado demasiado en determinadas materias, sobre todo en lo que tiene que ver con las relaciones literarias, la amistad, el amor, etc. Muchas de las reflexiones que encontramos aquí son ideas que permanecen constante en el tiempo, porque bien ha dicho Ramón y Cajal, las buenas ideas son inmortales, yo agregaría que también las malas costumbres.

Qué mejor compañía para hacer más llevaderas mis obligaciones paternales. Quizá todo libro de aforismos trata de ser, en buena parte, un libro de autoayuda: «Si hay algo en nosotros verdaderamente divino, es la voluntad. Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter, desafiamos la adversidad, corregimos el cerebro y nos superamos diariamente».

Después de leer este volumen, no sé si podemos decir que salimos más sabios, pero podemos asegurar que sí nos volvemos un poco más desconfiados. He aquí algunos aforismos:

«De todas las reacciones posibles ante una injuria, la más hábil y económica es el silencio».

«Apártate progresivamente -sin rupturas violentas- del amigo para quien representas un medio en vez de un fin».

«Hay pocos lazos de amistad tan fuertes que no puedan ser cortados por un cabello de mujer».

«No huyas de las mujeres durante la juventud, si no quieres correr ridículamente tras de ellas en la vejez».

«Al modo de las cordilleras, que en días grises parecen más alejadas que en días claros, ciertos talentos se envuelven en nubes para semejar profundos».

«Conócense infinitas clases de necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento».

«No hay mayor enemigo del ingenio que el mal genio».

«Lo que entra en la mente por vía de razonamiento, cabe ser corregido; lo admitido por fe, casi nunca».

«La verdad es un ácido corrosivo que salpica casi siempre al que lo maneja».

«Te quejas de las censuras de tus maestros, émulos y adversarios, cuando debieras agradecerlos; sus golpes no te hieren, te esculpen».

«Comparables a la ola, que rompe impetuosa en la playa, son muchos escritores: mucha espuma y poco fondo».

«El silencio de los envidiosos es el mejor elogio a que puede aspirar un autor».

«Hay tres clases de políticos: los que enaltecen la Patria, los que la sirven y los que la explotan».