La imaginación del político

OPINIÓN

20 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un cuentista es una persona que por vanidad, orgullo, egoísmo exagera o falsea la realidad. Son personas imaginativas que en general se encuentran en las nubes y sueñan despiertos sobre realidades que no existen o son imposibles. Utilizan una imaginación sin frenos capaz de crear un mundo distinto al que tenemos ahora.

En ese mundo imaginario no hay personas en cuerpo y alma sino duendes, dragones, hadas o malos fantasmas. Su imaginación no posee un contexto y se puede decir que se encuentra fuera de lugar. Es decir el cuentista se crea un mundo imaginario lleno de seres humanos a los que ha convertido en brujos y hadas, y a los que coloca fuera de todo sitio en el que exista la historia y las realidades de la vida económica, social, cultural, es decir, de la vida.

Algunas veces he oído que los políticos no tienen imaginación, pero siempre he creído que la tienen, pero que no es la misma que la que poseen los demás seres humanos. Generalmente la imaginación es la capacidad de percibir la realidad no a simple vista, sino por medio de imágenes que nos hablan de lo que ocurre en el mundo. Es decir es una elaboración personal de una realidad compleja de la que hay que extraer ideas, que provienen de esas imágenes que vemos y sentimos. Y en este proceso la realidad visible se relaciona con otra realidad que ya no se percibe y a la que habrá que darle un significado nuevo que deviene de una posible dialéctica entre lo que vemos y lo que no podemos ver.

Hoy la mayoría de los políticos en España no viven de la imaginación que tan necesaria resulta. O si la tienen, la cuerda que ata a la imaginación con la realidad es un hilo rojo tan fino que produce una gran preocupación en los demás miembros de la sociedad española.

Los políticos españoles poseen una imaginación muy recia, anquilosada, dado que no han visto muchas imágenes y no las han intelectualizado para hacerlas suyas. Y debido a ello, ya no pensamos de los profesionales de la política eso de «¡vaya imaginación que tiene tal o cual político!» No. Ya no se piensa, ni se dice eso. Antes se decía cuando las quimeras que salían por la boca del político nos sorprendían, o nos producían cierto sentido de la tranquilidad, dado que las cosas se comunicaban para satisfacer, sedar y tranquilizar a la gente.

En estos días el político se ha fosilizado y ya no crea ideas, ya no  genera realidades nuevas, pues ha perdido la creatividad. Le ha invadido el egoísmo individualizado y los intereses de grupo, llevándonos cada vez más aprisa hacia los lugares vacíos, en donde ya no va a quedar nadie que le escuche o le vaya a votar.